Christian Ricardo Montano López. Con la tecnología de Blogger.
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domingo, 27 de abril de 2014

Entre la tinta y el carboncillo.

Con el carboncillo se escribe mejor, porque las letras danzan y recorren el papel con el ritmo del pensamiento que reclama hacerlo. Quizá se borrarán con mayor facilidad o irán difuminándose con el paso del tiempo. Entonces si nacimos para el olvido, que más da que escribamos con tinta o con carboncillo.
A toda constancia queremos permanecer, y sin embargo lo que acontece es lo contrario, quizá esta sea la condición necesaria del permanecer mismo.
Lo que permanece es lo que es, si lo que esta ahí, permanece, entonces vale preguntarnos, ¿entonces qué es lo que somos?
Pues, en esta orilla, creemos que el regalo más grande es el conocimiento de ti mismo, ¡Ah tarea tan jodida!
Precisamente por tratar de fijar y determinar lo que no es posible llevarse a cabo.

La vida humana camina y corre, sobrepasa y vuela sobre la dualidad y quiza como lo muestra un grandioso francés, nuestro acontecer esta dado en ese horizonte de significatividad, de afecciones y apertura, que se muestran en el parpadear, apropiar y consagrar.
La libertad entonces son intencionalidades que se abren en esa tri-mención de lo humano, entre lo que se puede mencionar, nos afecta y transgrede.
Un suspiro sobrepasa la explicación, una simple mirada, un gesto, una postura, un acto.
Ahí se acontece, acontecemos.

Cuando acontece la vida, acontece la historia y la historia es lo que consagra la experiencia vivida, y es posible porque vincula la temporalidad humana, en la triple unidad que abarca la experiencia temporal vital.
Es decir lo que ha sido y es, en el siendo aquí y ahora. Consagrando lo que viene apartir de lo que fué.
Lo sido es lo que permanece pero también desaparece.
Claro, lo que fue siempre es trasgredido por el flujo de vivencias que danzan las melodías de las colchas, de experiencias marcadas por nuestra existencia. De ahí que las lecturas que hacemos de lo que ha sido, solo tome lugar y sentido, con cierto aire y fluidez de vaguedad en y con nuestra composición actual.

Ese Bukowski si que se lo toma a pecho. Yo creo que en esa danza dialéctica se va caminado la vida, se enciende y aflora la llama, se discipa y va difuminandose con y en medio de  la melodía. 
Al final somos eso.
Una melodía que termina por ser olvidada.








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