Christian Ricardo Montano López. Con la tecnología de Blogger.
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domingo, 13 de abril de 2014

Cuando se escribe pensando en la muerte, solo se afirma la vida.

Y en esa semana, el mundo y la vida tuvieron un sentido más agudo. Quizás desde el día en que supe o presentí  el llamado de mi abuela, de mi madre.
En aquel sueño ella estaba en la mitad del primer sembrado de café. Estaba en un ataúd a la mitad del camino. Y su cuerpo yacía dentro del mismo envuelta en unas sabanas blancas. Logré mirar con asombro, como levanto su Cabeza de aquella maleta, y pozo su fija mirada sobre mí, como con tristeza y la vez con autoridad y recrimenda. Me miró como queriendo decir que así no lo deseara ese sería mi nuevo sitio muy pronto.
En la mañana siguiente noté que todo lo que había comido en la noche anterior me había pasado derecho. Todo lo que comía  no se digería en mi estomago; y este me rugía, como una lucha de leones.
Mache solo me consolaba diciéndome que pronto me pasaría ese impase, pero yo. Muy en el fondo de mi interior, sabía que no sería así.
En esa mañana siguiente no fui a trabajar, me quede durmiendo hasta pasadas las 9:00 am. Era un día martes, la selección Colombia había perdido un gol por cero ante Paraguay, el sábado anterior. Y Colombia se preparaba para enfrentar a Brasil en el estadio Maraca al día siguiente.
Todo el mundo le apostaba a la victoria del de siempre. Y como acto de fe, algunos guardaban las esperanzas de una victoria ante el mejor del mundo. Yo en el fondo sabía que Colombia empataría. Y fue un momento de alegría y de fervor, poder mirar la lucha de 11 centauros por una férrea idea a alcanzar lo que buscaban. Eso es lo que les hacía falta desde hacía mucho, a muchos de los que participaban de estos acontecimientos. Pues sus juegos solo reflejaron un hacer, sin sentir, ni reir, por eso no jugaban, ni ganaban los hijueputas.
Ese martes tenia clases de seminario VI, en un tema sobre el problema filosófico del género humano, sobre todo, en la problemática de la mujer y sus acciones de esta en la historia de occidente. Debo confesar que ese tema me pareció bastante aburrido. No por el enorme debate de reflexión y sus implicaciones con esa parte tan bella de la naturaleza que es la mujer, sino por mi situación ante el pregrado,  Pues ya casi terminando mi tesis , que sentido tenia llevar un seminario casi final  y a coarriendas sobre una problemática tan aguda y tan vice rada por las misma interesadas.
Como seguí mal de mi estomago, no fui a esa clase, y en su lugar antes de regresar a casa, entre a Internet a mirar *** mi correo. Me sorprendió un mensaje de una nena que había conocido en una rato de ocio, hacia ya casi un mes; en Popayán, allí y en ese momento  hablamos casi toda una tarde sin pedirnos los números telefónicos, sin sentir el tiempo del pc, y menos  mirarnos los rostros virtuales; esa tarde me recordó casi todo el tiempo  sobre los sueños., sobre sus sueños. pues para ella y su vida, todo era una fantasía, y lo que se trataba de salir de ese cuadro, lo ajustaba hipócritamente a su cinta. Pues eso fue lo que percibí en su escritura, por los que se están preguntando en la experiencia con la nena. Pues a veces podemos habitar en un escrito, cuando las letras y su sentido están envueltos en el hacer y sentir por lo decido, de manera responsable y sincera. Ese creo es un peso digno de pensar y leer sobre los que escriben.
Sé que en una memoria para los desauseados lo que vale es hablar lo mejor que se pueda de sí mismo y sus cercanas experiencias. Pero todos sabemos que cuando nos acercamos demasiado al filo del abismo donde nadie quiere, ni desea llegar; empiezan a temblar las piernas y la mente, el corazón y la fe.
Esto lo digo solo para los locos y las locas que creen saber más de lo que pueden entender. Y dentro de lo poco que llegan a reflexionar solo ellos, pueden ver una oscura nube de incertidumbre y desconsuelo sobre lo mismo de todo el mundo. Pues, cuando vemos y examinamos lo que es inexaminable e impreguntable. La vida nos cambia. Y desde allí la cinta se adhiere a otras imágenes y cuadros desfigurados; recompuestos sobre nuestros límites, ilímites, extralimites  y tierras inhóspitas……simplemente encubiertas. Imágenes y sentires mudos y sordos. Imágenes que se salen de lo habitual, conceptos que nacen de las cuestiones que habitan en los conceptos, la mayoría de veces extraños y sin nuestro sentido.
Entonces es cuando miramos ese puente al que todos le temen, pero que llegan en algún momento de su vida, desde el más rico, hasta el más pobre, desde el intelectual hasta el ignorante. Desde el político, hasta el indigente. Desde el racional, hasta el irracional, como nos dicen algunos compañeros criollos  a nosotros los indígenas.  (y sobre todo el que los manda por el momento acá en Colombia).
Ya en un mundo tan derrochado por el egoísmo y la burguesía podrida. Que se muestran sucesos letárgicos como la crisis del pasado lunes negro………Con todo lo que nos viene pronto en la economía y todo lo que esta toca de forma tan aguda para esta época… Que más da entrar en la clasificación de un fascista, maquillado y arropado en un corderito sin padre y sin dientes. Que solo dice desear el bienestar patrio. O más bien el lobo disfrazado, con caja postiza y prestada, pues se sacó sus dientes para poder fijarlos en las otras bocas. Las alquilo y las utilizó, sobre todo, los de los para-políticos que hicieron sus comidas con la boca del lobo, pero que al este no necesitarlos más,  y para no dejar rastro, se cambia de prótesis para lanzarla a sus dueños y encubrir la verdad. Las masacres recubiertas por parte del estado Colombiano, desde sus instituciones y su brazo militar.
Pero bien dicen que todo tiene un corto o largo principio y un corto o largo final. La vida tiene muchos caminitos que todo y todos  transitan, todos y todo se azara, se rodean, brincan y asumen o niegan. Caminos que se separan y se juntan, se cruzan y no.
Caminos con y sin sentido intimo, caminos con el sentido de las huellas, caminos que están oscuros y mudos, y otros sordos. Esos caminos aun se mueven en nuestra tierra, están acá, aun estamos en ellos en América latina, la tierra que se recubre con lo extraño y el olvido de su piel, de las pieles que se bañaban antes y que aun lo hacen sin pedírselo ni recordárselo a nadie, ni mucho menos exigirlo,……… Siempre hemos estado. Y por eso nos hemos olvidado. Me cuento ahí porque hay sendero que también se cruzan con esa extrañeza. Y también odio su egoísmo, pero amo esa parte que aun conserva el cuerpo y el espíritu que llevan consigo la memoria y la valoración de sí misma, nuestra historia y sus vaivenes. Creo que con todo esto, los otros y hasta algunos de nosotros se han olvidado de sí mismos, de sus piernas y su corazón.de su mente y su fe.
Ya acá recuerdo mis piernas, recuerdo mi corazón. Y al mirarlos veo que no han cambiado, que aun mis piernas estas allí y comparten aun conmigo como lo han hecho antes, estoy aun con su compañía, creo que cuando ya se vayan, estaré mirando su partida con el corazón roto,  creo que las amo desde que estoy con ellas. Pues con ellas he compartido todo lo que soy ahora. He mirado y he oído de todo lo que anhelaba  cubrir con ellas, pues ellas han estado a mi lado, han estado conmigo y mi mismo.
Los recuerdos son parte del todo, son parte de la vida que, en su mayoría de sentires no valoramos. Pues la vida, es el conjunto de todo lo que somos. Por eso nos tiemblan las piernas, el corazón y hasta la mente y la fe.
La mente no puede acaso temblar, creo que Chomsky, no lo aceptaría. Ni los psicologistas de esta época. Y como no nos interesan los apólogos de la mente, diremos que en algunos momentos para nosotros la mente está cerca de la mente cuando nos pensamos a nosotros mismos, y está cerca de las piernas cuando nos caminamos, cuando nos encontramos con nosotros mismos con el  frio y el calor de la tierra desnuda…… y allí este sencillo cuadro se hace, se siente y se ríe con el corazón. La idea también alimenta la laguna, la clara y cristalina laguna. Pero la idea no es la laguna, pues esta se alegra con su poder ser nada más, que en lo que nos hace estar ahí……..aquí refrescando la casa, aquí mambeando la  coca, tomando chicha, riendo y mirando a los otros. Que simple………….que sencillo. Y sin embargo irracional y por ende irreal, como lo postularía el filosofo de la burguesía.G.W.H.

La fe en lo que no está, la fe en que estará, la fe y la creencia ciega en lo que no sabemos por nuestra cuenta, tan solo la cuenta de todos. Es esa la mejor y fácil decisión, el olvido de sí mismo, albergado en la justificación de la mayoría,
Pues acaso, ¿cómo puede la mayoría equivocarse? Todos no pueden estar equivocados. Por eso también veo, y no vemos  la vida y sosiego después de la muerte, acaso Jesús no fue y volvió, para contarlo a los incrédulos, y se aseguro de que lo vieran aquellos impíos que dudaban de la verdad que se necesitaba instaurar?
Pues esos son los movimientos que a veces son importantes hacer, para fijar un efecto en algo o alguien(es), pues si vas a hacer algo, asegúrate de que alguien vea que lo hiciste, y que además lo hiciste bien, para no dudar de lo que hiciste.


Hay una fe en la que todos viven y aun no descubren………..
La tradición nos advierte que la fe está en la historia de cada cual, y en la historia que configuro a ese cada cual está la verdad.
Pero hoy, en esta alegría cubierta por la agonía, quiero decirles mi experiencia sobre la fe………………………..
Una vez hicimos, sentimos y vimos nuestra fe. La fe estaba en una montaña  de Colombia. Estaba en una loma, vestida por largas trenzas de zarza y con rizos de cascarillo. Con vellos de salvia morada y amarilla, y embebida por pastos de piel verdosa, pegajosa y  con venas largas y delgadas.
Esa mañana de agosto. Salí  a pastorear  las vacas en el rancho de mi abuela, eras ocho reces de ganado con tres crías en total. Apenas tenía ocho años de edad y estaba en la mitad del tercer año de la educación básica primaria. El pastoreo de las reces las hacía desde las siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Mi mamá me acomodaba el morral con las masas o panes y el café para tomarlo pasadas las nueve de la mañana.
¡Y como privarme de unas buenas masas y un trago de café!
Por eso, estando listo el morral, sacaba el machete que estaba incrustado en el viejo tranco del cerco de orillos del lado de la cocina y nos encaminábamos a abrir la portada del corral para arrear las vacas al potrero.
Este potrero estaba lleno de monte espeso y de púas al lado del camino, y en días por el azar se podía cruzar una culebrita por él, pero para esto ya sabíamos que las serpiente se alejaban con el movimiento de la vacas. Por eso me mantenía cerca de los animales y bajo un árbol grande.
Una mañana normal y con un horizonte promisorio para un sol radiante, después del aliste de todos los días, me dispuse a salir de casa. Ese día debía regresar mas temprano que de costumbre. Y la verdad ese día todo pasó de otro modo.
Las vacas caminaban inquietas y recelosas sobre el camino hundido por sus propias huellas; las patas de la última vaca negra que arreaba, permanecían escuálidas y ladeadas hacia el lado izquierdo. De pronto sin más ni más, el viejo empezó a correr sobre  ellas, las perseguía  con su correteo y les escapaba de morder las orejas. Y en verdad yo no sabía cómo este perro viejo, sacaba fuerzas para correr y ladrar de ese modo, lo extraño es que las vacas nunca salían a correr al oírle y ver sus achiques, quizás lo hacían para darle más rabia. Pero en esta ocasión salieron a correr como alma que lleva el diablo  por  toda la pradera del primer sembrado, corrieron ensordecidas sin detenerse.
Todas…Desde el más chico ternero hasta la vieja vaca flatulenta.
Después de un momento, vimos como se detuvieron al lado del broche, del siguiente potrero.
Estaban inquietas y demasiado agitadas. Como si necesitaran llegar a la manga a buscar algo, de modo que con cuidado y prudencia abrí de inmediato el broche y en el acto, salieron despavoridas tumbando montes y zarzas, pastos y matojos de verbena. Y Allí, me quede sentado mirando su caramuzal, al lado del viejo guardián.
Quizás en estos próximos meses le vuelva a ver, junto con algunos amigos.
Ya pasadas casi una hora y media, me sentí aburrido en ese sitio y me arrimé al árbol en que descansaba luego de tomar el café de las nueve.
Pero es ese momento…

En ese instante no sé cómo, la vaca ceniza, la mas joven de todas se había pasado al otro lado del potrero, y que además  las otras reces estaban a punto de seguirla.
Entonces allí el que soltó a correr como alma que lleva el diablo fui yo, y no para llegar al potrero a comer la yerba fresca, sino para evitar que estas vacas se comieran la cosecha del vecino, gracias a mis cortas, pero buenas y agiles piernas, llegue a tiempo para sacar el joven animal de la propiedad ajena y para tapar con un tronco seco el portillo que se había caído.
De pronto al mirar mi mano izquierda le corría además del sudor, una capa delgada de sangrado sobre mi dedo. Y en verdad no recordaba donde podría haberme rayado la piel  hasta botarme la sangre. De modo que aunque no era, la gran herida de muerte, me recuerda lo vivido esta semana. Pues en esta semana al igual que esa vez, no supe cómo ni en qué momento me enferme de gravedad.

En ese instante no pensaba sino en dejar de sangrar y aliviarme el dolor. De modo que sin pensarlo, me dirigí sobre el camino enmontado que me llevaba hasta el otro potrero y en el trascurso recogí pedazos de las hojas que alcanzaba y entreveía en el camino, y que ahora no recuerdo; pero que además  sin mirarlas les  empecé a sobar una con la otra, hasta hacer una amalgama de hojas verdosas y azules. Una bola de yerbas que más parecían una pomada de tierra verde que un empaño de partes de hojas de monte. Allí  las coloque en la herida y las empecé a sobar lentamente en círculo, me arrodille ante nada más que el sol brillante, sobre la alfombra verde de aquel claro del monte, y con nada más que la inocencia de un niño de ocho años y la fantasía del yerba tero y el chaman que mi abuela les había dado en bautismo de agua, que además  les decimos hasta estos días: el rito de compañía  y agradecimiento para los que nos prestaron la mano y compartieron su cercanía, con su ayuda, más que otra cosa. Y en esa misma compañía sentí que me acompañaba mi mano derecha con las plantas sobre la herida.
En ese momento  la vaca negra, la más vieja de todas, la más flatulenta… apareció de la nada, saco la cabeza en medio del monte espeso lleno de zarzas resecas, y al verme enfrente suyo salió a correr entre los matojos.
En ese instante volví  sobre  mi herida y sin creerlo y sin darle la mayor importancia…….
¡Había desaparecido!, había desaparecido y ya no le veía.
De pronto ya era medio día, y en ese día nadie me traería el almuerzo, así que debía subir hasta la casa, y como había una cuadrilla de mingueros cerca, mi mamá decidió dejarme descansar jugando toda la tarde en el patio de la casa grande. Y en el resto de  aquel día, me dedique a jugar con mis primos sin darle mayor importancia a la herida, hasta el día de hoy.
La fe también habita en las relaciones profundas y fantásticas de la vida de un niño. Y solo se hacen cuerpo en la imaginación del que lo crea y lo cree. Ya a nosotros no nos caben esos cuadros. La determinación no nos deja ver más que la verificación.
Por eso la medicina aun no ha encontrado la cura para el esquizo, el cancer y el vih. y esto seguirá mientras el logos continúe operando como lo hace, Quizás cuando se supere, ya la tierra no tendrá seres “sanos” para albergar, pero si la decadencia del cuerpo y sus enfermedades, contaminación y lastimosamente la enfermedad más grave de todo el género humano, el bendito “egoísmo” entronizado y glorificado en la historia.

Me (LOPEZ,19.10. 2008)

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