Christian Ricardo Montano López. Con la tecnología de Blogger.
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lunes, 4 de noviembre de 2019

La academia

La universidad, es la universalidad del pensamiento.
El tema sobre la afectividad en la educación, es digna de pensarse.
Para intentar iniciar este recorrido, nos hemos propuesto esbozar, y revisar los planteamientos de Heidegger sobre la afectividad, principalmente en las obras circundantes a SyT (1927).
El propósito descansa en el deseo por indagar sobre los elementos filosóficos que invitan a pensar sobre el lugar de la afectividad en el acto educativo. Quizas evidentemente surgan interrogantes sobre la especificidad del propósito. Es decir, preguntar si el enfoque esta intensionado desde la pedagogía, o desde las bases conceptuales de ajuste curricular.
Por ahora, solo basta mencionar la supraordinada que intenta abarcar la cuestión. tratando de evitar el AUTOPLAGIO. Situación que por estos momentos, me ha resultado bastante interesante y cómica, de sobremanera.




domingo, 27 de enero de 2019

Vivir momentos

La viviencia del evento, halla nuestro encuentro, nuestro silencio y nuestra mirada. Vivir momentos...en un lenguaje sencillo, es mas que estar cerca de alguien, es mas que caminar las palabras, es mas que mirar los ecos, es mas que callar el rubor, es mas que cantar. simplemente sobrepasa la menciòn, lo dicho y por decir, simplemente ya EL LENGUAJE NO ES SUFICIENTE para decir lo que se requiere, no alzanza para cobijar lo que esta ahì, y necesita decirse...Ahì, la vivencia empatrona un ritmo alentador, el cual aun no tiene sintagmas definidos o determinados...esos son momentos vividos..lo que viven, fueron en el ahora..son..siendo..y siguen ahora...en ese paseo continuo de la contingencia existenciaria que no tiene dueño, solo destinalmente arremete contra el que quiera saber de el...

domingo, 12 de junio de 2016

Elementos



Es posible hablar de una pedagogía existenciaria, desde los postulados de Martin Heidegger antes de la khere?  Antes de cualquier decir, es importante señalar  que nuestro punto de partida abre la perspectiva de investigación desde la separación entre el caracter óntico del ser-ahí, y su caracter ontológico. Donde el ser-ahi, es el término utilizado por Heidegger traducido del alemán como dasein, lo cúal indica la remisión para re-pensar el hombre en su condición mas propia. Es decir lo que nos corresponde como seres de afección, acto, palabra y pensamiento.

Fijandonos que lo óntico de la existencia para Heidegger es una condición precomprensiva donde es posible la apertura de mundo gracias a la condición de posiblidad que se corresponde en la relación ser-lenguaje-existencia. Sin embargo la caracterización ontológica del ser-ahí, indica una cercanía con el sentido de autenticidad posible en el hombre. Heidegger no señala ni separa un estadio, o eslavón separado entre la condición existencial y existenciaria en nuestro acontecer vital, no es que la caracterización existencial, donde (a modo de vattimo), cabe los modos de ser de los entes, y en el otro los modos de ser del hombre de forma separada. 
La condición existencial, u óntica vista en la generalidad de hacer frente como un ser general ante los ojos, es descrito en su generalidad  como sentido de producción y utilidad. No es que la existencia esté por debajo o relegada de lo existenciario, esta diferenciación debe quedarnos clara en el presente bosquejo. 

Hemos adoptado el término existenciario precisamente para hacer ver los modos de ser del hombre, desde la perspectiva en que éste aparece en su sentido mas propio. Entendiendo la propiedad como la separación y el despliegue de la caracterización generalizada del hombre, visto este desde la subjetividad aislada y fragamentada, o en términos de skliar desde una espacialidad abogada en "la soledad y la extrañeza"(2008).

 De este modo, destacamos el término existenciario como el sentido ontológico en donde se comprende el ente hombre en su relación mas intima con la vida. La vivencia en donde acontece el acto, la palabra, la mirada y el pensamiento.  El ser-ahi existenciario en la cotidianidad del acontecer vital, contempla una unidad e integralidad, inamovibles desde los postulados Heidegerianos, a saber el encontrarse, la comprensión, y el habla.(SyT.1927). Estos elementos, sostienen el sentido de la apertura, en tanto afectividad, y la significatividad como horizonte de despliegue de sentido. 

El ambito existenciario reclama una reelaboración de la comprensión del sentido del ser del ente, es decir el sentido en tanto horizonte de afectividad y significatividad que abarca la vitalidad humana, desde el despliege existencial y existenciario. El despliegue existenciario propone una revisión al hombre en sus unidad de sentido, pulsion, transgresión y libertad, en donde es preciso tener una elaboración previa de la verdad, la angustia, la muerte, la conciencia, la historia y el tiempo como elementos inamobilbles del sentido existenciario. 
Esto es que la verdad, en tanto vector o remisor comprensivo aborde sin remiendas,  la pluraidad de apertura que tiene lugar en la verdad como el desocultamiento, una verdad si bien es cierto, sujeta a la tradición verificacionista y demostrable. Solo que ahora configurada en un sentido de unidad, de afectividad y significatividad. 
Sin embargo, el sentido de verdad que abre Heidegger para comprender lo humano, tiene que ver con el sentido transgresor que embarga la vida misma en el ambito de lo verdadero, lo verdadero es lo que aparece, se nos muestra como necesidad de afirmación o negación. Es una dimensión de lo verdadero que solo se juega con la unidad vital existenciaria. Esto es que la verdad solo cabe, en el ser-en-el-mundo, como posibilidad de aparecer y desaparecer de lo verdadero desde la condición de significatividad propio del lenguaje. Pero el ser-ahi, el hombre, tiene la estructura de ser-en-el-mundo, es decir, que el ser-en-el-mundo es correlativo al dasein, pues  es en el mundo donde se configura la comprensión del mismo, de tal modo que la angustia y la muerte tienen la figura expresa de la verdad solo en tanto que la conciencia toma lugar del ser verdadero en el acontecer temporal vital.


Si el proposito es señalar los elementos para pensar y llevar a cabo una pedagogia existenciaria, ineludiblemente tenemos que señalar lo que nos logra sostener la palabra pedagogía, y en ello que nos muestre. logremos identificar el sentido existenciario que expone Heidegger para con lo vital humano.

Se trata de llevar a cabo el acto de educar pensado en la dimensión propia de la condición humana, a saber el sentido existencial y existenciario que comporta todo tiempo. Es esculcar y tener  a cuenta que los objetos, las cosas, los entes, son cosas materiales que no pueden tener la misma condición o los mismos modos de ser del hombre. Y de sobremanera, el hombre no puede ser dimensionado, clasificado y tratado bajo ningun esquematismo de éste modo de ser.













miércoles, 8 de junio de 2016

Pistas de Libertad

El primer paso es la grandesa.
Los primeros pasos  el porvenir.
El angustioso plexo consciente de tener que morir.
nadie nos lo impone, llegamos a el. y ahi somos libres.


miércoles, 18 de mayo de 2016

La renovación de mundo, no necesariamente es trágica u hostíl.



La existencia humana se bate en su devenir histórico, lo que nos pertenece es la movilidad, el despliegue y agite temporal en que la vivencia se hace en y con la espacialidad, carne, cuerpo, sentido y comprensión. El cuerpo a cada instante se reformula, cambia, transmuta, se transpone, transforma. O en el mejor del sentido “se renueva” y como estamos en su ahí, entonces “nos renovamos en y con el instante”.
Desde nuestro nacimiento, experimentamos lo que es la renovación de mundo, o en términos de Heidegger, la renovación del fenómeno de la muerte en el estado angustioso de padecerle. La muerte al nacer se puede comprender como el cambio brusco, necesario y trascendental para el hombre. Para Rovati(2011) en cuanto al llanto en el nacimiento,  “lo más probable es que se deba al estrés que sufre el bebé al nacer. Al gran cambio que experimenta al pasar de un ambiente seguro, tenue y cálido como es el útero materno a otro desconocido, con una temperatura bastante inferior, y en el que muchas veces es separado de la madre”.
Ahora, puede pensarse que toda renovación va acompañada del tinte trágico, angustioso y agresivo, triste? ¿Cada renovación debe estar de la mano de la agresividad, del sin control? Parece una tendencia propia de lo humano, sin embargo hay imágenes simbólicas que nos señalan lo contrario, y el presente escrito es una invitación para intentar comprender que toda renovación de mundo, no necesariamente comienza  con la agresividad y la tristeza. Estos elementos están en juego, están en la disposición afectiva de poder ser, pero en el mismo juego dialectico de lo humano, está la otra posibilidad galardona de su opuesto. La felicidad y la tranquilidad alegre por el inicio de lo nuevo.
La imagen que nos cobija para comprender de lo que se afirma es la parábola del hijo prodigo; 
También dijo: Un hombre tenía dos hijos;  y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.  Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.  Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le beso
Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.  Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;  y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.  Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entras,  Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.  Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado
[1]

Perder y hallar, son los términos del versículo de Lucas, para señalar el cambio, la  renovación de mundo y  nuestro horizonte vivencial reconfigurado. La renovación de mundo es la reinterpretación de nuestra temporalidad, espacialidad y afectividad más propia.  Comporta a cada cual, es el movimiento que nuestra vida reclama, nuestra vivencias acompaña, pero solo nuestro espíritu elige, decide. Se trata entonces de elegir y asumir la responsabilidad de acoger nuestra nueva apertura.
No se trata de inflar el globo, y soplar como el lobo de los tres cerditos, hasta derribar la choza del cerdo más débil, tratar de pensar que cuando el globo explote, se va todo lo malo que pensamos cuando dejamos nuestra repulsión a lo malo, a lo trágico, triste y melancólico.  En cada renovación de nuestra vida, siempre irá de la mano, los elementos que causaron nuestro cambio, son ellos el motor, o la causa que movió a nuestra transformación.
Hay cambios tenues, y trascendentales. Cambia una oruga y se transforma en mariposa, pero como lo hace ver Nietzsche, el camello, deja de ser el animal de carga, dócil y servil, para exigir lo que le pertenece en la figura del león, y solo el niño es capaz de comprender porque le pertenece y para que, crea y recrea su lugar y tiempo para afirmarse y renovarse. Aun en la negatividad.
La transformación trascendental, es un fenómeno espiritual que solo tiene explicación en la vivencia, la afección y comprensión temporal del evento. Un evento compuesto con lo humano, con nuestra posibilidad de elegir y asumir la responsabilidad de lo que el acto cobija.  Nos renovamos, somos renovación continua, pero no es un a priori que los cambios traigan la carga de negatividad afectiva para el nuevo inicio. Si es una condición necesaria que el juego entre el nuevo comienzo tenga la posibilidad de afirmarse o negarse bajo la elección  y responsabilidad para asumir el nuevo comienzo, con el temple de ánimo que sostenga nuestra plenitud en el cambio. Gozarlo, saber que está ahí, es nuestro, cercano, y está renovándose. 
Las renovaciones son re-encuentros con lo nuevo, es la reelaboración de nuestra psique sobre la elección, sobre la decisión asumida. Renovarse tiene varias menciones. Una de ella es que definitivamente al renovamos en el campo espiritual, en el sentido de comprender una forma de ser o comportarnos, de asumir ciertas situaciones cotidianas y existenciales de nuestra vida, también es cierto que no es solo una postura de orden teorético, o mental. El verdadero cambio requiere no solo pensar en la transformación, desearle, cuestionarle, exigirle, en verdad es preciso después de pensarle vivirle. Vivir la decisión comporta asumir nuestra unidad de vida, es decir en nuestro ser espiritual y su pensamiento y nuestro cuerpo de afecciones. Por tanto, renovar mí día a día, comporta afectarnos de nuevo, volver a ver de otro modo, alimentarnos de otro modo, volver a sentir de otro modo, escuchar, afectarnos de otro modo. Una transformación trascendental, es utópicamente concebible desde un punto de vista epistemológico, antropológico y hasta psicológico. Sin embargo, fenoménicamente hablando, es una brecha a volver a nosotros mismos. Es un encuentro con lo que nos constituye desde nuestros orígenes. A saber el cambio intrínseco que nos hace humanos. Volver a nosotros mismos, a nuestro regazo de lo humano, a nuestra condición de posibilidad y reencuentro con nuestra voz, con la voz que nos guía por las sendas de cercanía a la vida, es una senda más. Pero también un camino a comprender la vida que es el ámbito posible de la libertad. La liberación de las ataduras inconmezurables, antagónicas o no, es el propósito de una libre transformación, en ese acto tan humano, debe posar la libertad, no se hará entonces, por preceptos morales, o cánones sociales de aceptación o rechazo, ni menos por afectos pasionales pasajeros, el acto transformador viene desde nuestra más libre elección.
Para transformarnos, es preciso conocernos, es ante todo poder plantearnos la pregunta ¿quiénes somos? Una respuesta que desborde lo cotidiano es muy ambiciosa, sobre todo porque el velo histórico que cubre toda respuesta es ineludible. Somos una historia medio contada o medio vivida por algunos, por nuestros ancestros rememorados en la memoria colectiva de un territorio o varios. Ahí cabemos como seres que somos ente la pregunta por el quien, sin embargo es claro que no somos solo esto. Entonces ¿qué más somos? Cabe decir que puedo ser, un ser que siente y se afecta, que piensa y se hace preguntas, resuelve dudas y siempre va tras las sendas de libertad y felicidad. Si eso es lo que somos, entonces vale preguntarnos qué es lo que nos hace prisioneros, cohibidos a nuestras elecciones ¿en dónde la libertad deja de ser lo que es? O es que principalmente aun no nos hemos planteado lo que en verdad significa ser libre, o sabemos solo el reflejo común que lo expresa, lo anuncia, pero aún no lo hemos acogido vivencialmente. Esta es nuestra primera premisa. No podemos buscar lo que no se nos ha perdido. Como buscar lo que nunca hemos pensado tener, y menos haber perdido. No sabemos que es nuestro y tampoco para que nos puede servir. Si concedemos la afirmación de Platón, diríase que somos unos prisioneros infelices, en donde el sentido común, desborda tal afirmación, para dejar en el acontecer dóxico, principalmente lo contrario. A saber, dignos seres responsables y conscientes de su poder ser o libres, y felices de alcanzar sus metas y proyectos de plenitud.

martes, 5 de enero de 2016

Un modo de ser existenciario.

Efectivamente cuando, se señala el caracter dual de la existencia, desde una mirada Heideggeriana, no se está problematizando gran cosa. Solo se señala que hay unos modos de ser del hombre y un modo de ser de las cosas. El problema surge cuando, al hombre se se hace pasar por un simple utensilio, un simple ente de caracter fisico natural, determinable, medible, cuantificable en toda su extensión. En esa caracterización se hace problemático, nombrar la existencia humana, en tanto presencia y fijación determinable. lo problematico solo se atestigua en la imposiblidad de cerrar o limitar un estado de abierto, apriori propio del hombre, a saber la apertura como sentido de lo posible, propio de lo humano. Entonces, ¿Cómo medir, limitar, determinar, contar y demarcar la apertura de lo humano? ¿Cómo cerrar el ambito de lo posible a lo probable?
 Por otra parte, surge categoricamente, la apelación desde los postulados sartreanos, entorno al libre albedrio, la libre elección, y la voluntad de poder. Se creyó que la afirmación existencialista le apostaba a la fundación, y prevalencia de la existencia individual, sostenida en el antropomorfismo subjetivista plenamente instaurado a cuotas de las libertades socialmene expresas y controladas. Sin embargo para Heidegger, el analisis de la existencia originaria, que Gaos traduce como: "analitica existenciaria " expresa lo que Vatinno, señala como los modos de ser del hombre. Estos modos de ser estan clasificados en elementos esenciales de la unidad existenciaria, los cuales ya se han mencionado repetidas veces en anteriores artículos.

En lo que se acoge al sentido de nuestro artículo,  bajo el titulo: "Un modo de ser existenciario", nos remite a uno de los tantos modos en que el ser del hombre se muestra, se abre, se manifiesta fenomenicamente al mundo.
Los modos de ser del hombre, se disponen en la afectividad y la significatividad,  lo cual de manera mas expresa se abre desde el estado afectivo o estado de animo, el sentido con que recibimos o rechazamos lo que nos llegue o se vaya  comprensivamente, y la dirección del sentido estructurada desde la remision del habla en sus modos de ser.

Los existenciarios, son pues, elementos estructurales de la existencia humana, en su sentido, mas propio u originario, de ahí que el presente artículo, no sea una exegesis o exposición aclaratoria de lo que Heidegger expone de cada uno y sus relaciones como ser en el mundo.
El problema que nos atañe, tiene que ver con la pregunta ¿Donde está, o donde se encuentra, un modo de ser existenciario? ¿Quien es, o puede ser un hombre con sentido existenciario?¿ En que momentos de la vida humana, podemos ser existenciarios?¿ para que es importante el sentido existenciario de la vida?

Como se logra observar, con preguntas sencillas, y no por ello, sencillas de contestar. Sin embargo, vamos a deternernos en una pregunta que debe servir para que guie nuestro escrito, a saber: ¿Donde está, o donde se encuentra, un modo de ser existenciario? Esta inicia con una respuesta ineludible y necesaria para cada cual, porque un modo de ser existenciario, solo tiene lugar en el hombre, solo los hombres podemos elegir, si ser existenciales o existenciarios, y con mas especificidad, ¿en que esfera de la existenciariedad podemos habitar?
Esta pregunta ya nos pone de relieve en el hacer de cada cual, sin llegar a intentar atestiguar que lo existenciario, es un estado terminado, concluido, cerrado y determinable. Se verá que nuestra tesis apuesta a "intentar reconocer" nuestro ser, en el modo de ser de cada cual, en sus multiples aristas, despliegues y vaivenes.











lunes, 27 de abril de 2015

La Tulpa – Un espacio de encuentro con el nosotros.


 Christian Ricardo Montano Lopez
Abril de 2015.
Revista Existenciarius. El Fogon en los paeces. 
 
La figura simbólica, tiene la capacidad de agrupar varios elementos representativos en su conjunto, tal capacidad se manifiesta en la posibilidad de encontrar el sentido de la figura solo a la base de sus elementos. Ello es el sentido común donde la figura abarca una misma dirección u orientación, sobre la unidad que le contiene. Resulta así, que al identificar la figura como una representación propia en lo señalado, dicha figura viene a simbolizar, solo en la medida en que el sentido sobre lo representado es compartido, vivenciado y recordado.
La figura simbólica bien puede aventurarnos a las apologías de la cognición, y a explorar los albores kantianos desde la teoría del conocimiento y más. Sin embargo, el escrito no intenta desarrollar esta reiteración, porque a este momento no es de nuestro interés y consideramos que no aporta en lo más mínimo, un avance al propósito de explorar un sentido latinoamericano.


Es legítimo involucrar ambivalencias respecto al sentido de la reflexión, la primera de ellas, es señalar enfáticamente que el escrito esta apartado de cualquier sentido filosófico, y la segunda es asentir que el ejercicio solo cabe desde una posición antropológica u sociológica. Sin embargo, es de advertir que, el camino que se elija, solo se va a encontrar con una leve tentación de avance, exploración y ensayo desde la descripción fenomenológica.

A continuación se pretende abarcar tres elementos de reflexión, como un esquema de análisis sobre una figura simbólica tradicional de la comunidad indígena Nasa[1], nombrada como Tulpa, en su dialecto, y nombrado como el fogón, en castellano.

Dentro de la propuesta a desarrollar, se enfatiza en la figura de la tulpa, desde el sentido familiar que se puede nombrar desde la cosmovisión indígena nasa. Nos Interesa desarrollar el análisis descriptivo, con una línea de apoyo histórico, que intente abrir una comprensión al fenómeno del cuidado, como condición propia del pueblo nasa. Esto es intentar mostrar que a la base de la figura simbólica de la Tulpa, en el pueblo indígena nasa, es posible mostrar un rasgo originario de lo humano, donde la atención funge desde la espacialidad que abre, la calidez, la palabra y la memoria.
Podemos empezar proponiendo alternativas o diagnósticos sobre la familia, como principal actor y formador en el ser social. La familia es entonces un espacio necesario para el dinamismo familiar. Especialmente reflexionado sobre la espacialidad en que se desarrolla la familia.
Resulta importante la aclaración que expone Jesus Adrian Escudero entorno al planteamiento Heideggeriano sobre la espacialidad. En su afirmación se dirá que el hombre tiene la posibilidad de desplazarse significativamente en y desde su espacialidad.
La pregunta se dirige entonces sobre el desplazamiento familiar, y cercano, tomando como referente el desborde de cercanía que se ha constituido o determinado históricamente en una perspectiva logocéntrica, que en su descripción general, cubre la territorialidad  latinoamericana.
El espacio familiar, construido desde los arboles señalados por la arqueología, en sus despliegues sociológicos, muestra como la familia se atomizó cada vez más, reducida hasta dar cuenta de la mínima expresión de la individualidad compartida. Desde dicha característica el ambiente familiar da cuenta de una red de relaciones compartida por cada unidad familiar que ineludiblemente se halla inserta al ser social.
Dicha red compartida, da cuenta de los lasos sociales que le conectan con sus necesidades básicas, sus deseos sociales, y características básicas del ser humano en su supervivencia.
El concepto de comunidad,  toma una caracterización, prefigurada desde una individualidad compartida, que se torna ineludible de su especialización y atomización de relación.
Por otra parte, abordar la descripción de la familia, que logre señalar una apertura con los otros, cercanos y que se logren conectar de modo cercano y compartido, puede señalarse el lugar de la Tulpa, como el espacio que abre dicha característica.
En la Tulpa se unen tres elementos de fijación, la luz e iluminación del fuego, la palabra y la memoria.
Estos tres elementos de fijación, y encuentro en la Tulpa, parecen comunes a cualquier espacio diferente al fogón, donde se hace presente el encuentros con los otros. Sin embargo la característica más propia,  es la cercanía compartida, que se renueva en la palabra, desde el nombrar recordando de todos, ahí, en un espacio familiar.
El nombrar recordando retrotrayendo lo acontecido de todos, viene a revestirse de lo propio de la Tulpa, en donde la luz del fuego, el resplandor de la llama, es el cobijo que cubre una actividad compartida.
La costumbre viene dada entonces, desde la actividad compartida, tradicionalmente, en el hacer de los hombres. Desde esta perspectiva cabe preguntar el lugar de la llama, el fuego y la luz. Luz que ilumina nuestra pupila, que afina el oído y libera la imaginación.
Vale preguntarnos si el fuego, es una condición necesaria para el acontecimiento de la Tulpa, más cuando esta rememora la espacialidad compartida en el calor del fogón. El fogón no viene a ser una mera palabra sino y en esencia, el espacio de encuentro con los otros cercanos, en nuestro ambiente familiar.
Nos asecha la pregunta, sobre lo que permite abrir y afirmar sendas o posibilidades en donde aparesca el encuentro con nosotros mismos. De esto que sea imperioso preguntarnos por ¿Qué es lo que representa el fuego y qué importancia tiene en la Tulpa?
Podriamos partir desde los postulados de la Grecias antigua, de cara al planteamiento de Heráclito, en donde el fuego abarca el sentido amplio sobre el movimiento subyacente en los contrarios, o los opuestos. De ello que el fuego sea el principio que abarca, el movimiento como condición esencial de lo real.  Por otra parte, desde la filosofía oriental también se hace presente la dualidad, pero ya no vista como oposición y lucha incesante entre los opuestos. Esta dualidad se verá entonces como necesidad y complemento. Es decir que tales opuestos, o ideas opuestas se requieren  las unas a otras, para poder presentarse u aparecer. De ello que el día y la noche, lo blanco y lo negro, lo frio y lo cálido, lo dulce y lo amargo, aparescan como la caracterización requerida para comprender los fenomenos.
Ahora, en lo que atañe a la postura Indigena Nasa, con relación a la figura simbólica del fogón, y su descripción fenomenologica, esta  no contempla una apología del fuego, desde la simbolización indígena, El símbolo del fuego está acompañado sencillamente por la espacialidad que abre la palabra y la memoria.

Resulta de ello, que el fuego nos refleja sencillamente EL CALOR, LA CALIDEZ, es decir un modo de la espacialidad donde mora la palabra. Pues es ella la que abre, el sentido del fuego, el sentido del encuentro con los otros en el fogón, desde la retrotracción del acontecimiento vivido, que abarca a los moradores.
Vale preguntar si el símbolo del Fogón, debe ajustarse al cuadro, característico, de los indígenas que llevan a cabo, esta tradición. Nuestra tesis intenta esculcar lo más esencial de la Tulpa, para ponerle en juego con el hacer cotidiano de lo humano, donde prevalece la extrañeza. Se trata de mostrar lo verdaderamente propio en que yace un rasgo de lo humano, un rasgo difuminado por las múltiples formas que absorben al hombre desde las conexiones tecnocráticas a toda escala fijada en cada contexto.

La Tulpa en su rasgo categorial, se muestra en la espacialidad que posibilita la palabra y abre el encuentro con lo vivido, solo desde el escenario familiar y compartido.  De ello que para señalar su carácter común, y amplio de lo humano, es preciso mencionarle desde el deber ser de sus elementos constitutivos, lo cual, efectivamente no se halla bajo el horizonte común y sus avances tecnocráticos radicales.


[1] Los Indígenas nasa o paez somos un pueblo que habita el departamento del Cauca en la zona andina del suroccidente de Colombia. Los municipios con mayor población Nasa son Toribío, Páez y Caldono. Tambien habitamos municipios del Valle del Cauca,  aun conviven algunas comunidades nasa en los departamentos del Tolima, Putumayo, Huila, Caquetá y Meta.
"De acuerdo con la toponimia se deduce que los nasa habitan en el valle geográfico del río Cauca. Nombres que provienen de la lengua nasa son Cali (kaly 'tejido trenzado sin agujas'), Chipichape ('choclo cocido'), Yumbo ('inundación, orilla del río, río grande'), Buga ('olla grande'), Tuluá ('huertos' o 'rancho del huerto'), Yotoco ('avivar la llama con fuelle'), Chango ('escoplo'), Anchicayá ('se gorgojea mucho'), Dagua ('árbol específico'), Quilichao (verter lo fundido), Jamundí (camino a la izquierda), Petecui (guacamayo, viejo) laguna de Sonso (zonz=rana).3 4 Al parecer la fase final de la llamada cultura calima, fue protagonizada por los nasa, que se destacaron entonces como orfebres, alfareros y agricultores. Huyeron del valle geográfico y se refugiaron en las montañas para resistir a la conquista española.
Según la cosmogonía nasa, en la palabra de los mayores, hemos venido del encuentro entre el agua y la estrella. De ahí que seamos hijos del Agua. Actualmente vivimos en los territorios de resguardos indígenas con títulos coloniales, gobernándonos desde nuestra  jurisdicción especial representada en la figura de Resguardos Indígenas desde la territorialidad y los cabildos indígenas desde el ordenamiento social.
De las rasgos culturales más profundos y característicos del pueblo Nasa, nos identificamos como uno de los pueblos guerreros. "Y efectivamente tenemos una tradición de lucha por la defensa territorial, la organización social, los valores culturales propios tales como la reciprocidad, la conservación de la humildad por encimas de la sabiduría y el poder que se tenga, como indio el respeto al otro, el uso racional de la palabra, la capacidad de escuchar, las prácticas culturales como los ritos que nos llevan al restablecimiento de la armonía cuando nos encontramos ante situaciones de desequilibrio individual y/o colectivo y mantenemos una relación de hermandad con kiwe “tierra” que para todos es la naturaleza".