EL COMUNITARISMO ES NOCIVO PARA EL
CAPITALISMO.
Introducción.
En la reflexión que se presenta a
continuación están contenidos, el acercamiento a los textos ¿qué es la
filosofía ¿y porque permanecemos en la provincia?, del autor Martin Heidegger.
El propósito de este acercamiento no está en el modo de reiterar las
afirmaciones o negaciones de conceptos particulares o universales que el
postulado en este caso alemán nos brinde para el ensayo, pues desde el orden metodológico
en que nos hallamos inscritos y para el auditorio que se dirige se trata de no
anclarnos en el mirar las semejanzas o
las diferencias de un texto respecto al otro.
El camino aquí tomado no es más que
sujetar elementos importantes a lo que no se hace desde los escenarios
académicos en nuestro sitio de
estudiantes de filosofía. Es decir, pensar la filosofía con los pies sujetos a
lo que la tierra pueda significar desde las múltiples imágenes que el hombre
puede concebir.
EL HOMBRE DE LA GENERALIDAD
El ente individual, pre-comprendido como
objeto (o res extensa siguiendo a
Descartes) es la manifestación de ser humano. Y allí se decanta la cultura y la
civilización humana, porque allí se sitúa el sentir del hombre contenido en el
logos, que le sostiene desde esta afirmación (Veritas) con la forma de pensar y relacionarse en el universo.
La forma como se concibe al ser de lo
humano, es un cuadro borroso, atestiguando el logos o el modo en que se ha
pensado la forma en que aparece el humano. De aquella forma, extensa, óntica y
objetual, se han establecido líneas de demarcación, limitación y figuración, lo
demarcativo lleva consigo estructuras de orden y normas que codeterminan el
marco de referencia universal en que se concibe lo humano. Y ahí en su ahí, es
decir en el sentido del ocurrir, o eventualmente suceder toma lugar el instante
como sentido del ocurrir mismo. Ese sentido temporal vital que es el hombre, es
la morada de la norma, y el ordenamiento que cobija el sentido mismo de la
generalidad.
Aquí vemos entonces al hombre de la
generalidad, a priori, universal, y solo.
Pero ese hombre tiene un sustrato
gestado desde una perspectiva de ordenamiento, que se describe en lo represivo y pugnado por los aparatos de
poder que afirman significativamente esta postura, pues esta moldea al hombre apropiándolo para los fines utilitarios
que las relaciones de poder requiere en él. Ahora bien, si tenemos que señalar
un carácter del aparecer que sea disidente de este hombre individual, se nos
escurre de las manos, en todo acto este hombre se halla circunscrito a los
aparados de poder, y sus lineamientos de ajuste y reajuste.
En este sentido el individualismo está
adscrito a la perspectiva logo-céntrica de occidente, que marca la tendencia a encauzar
los medios y fines sobre el sujeto que los impulsa.
UN
SENTIDO PARA AMERERICA LATINA
América latina es un suelo, una raíz,
una expresión múltiple representada en la mezcla de lo uno y lo otro.
La mezcla fue el producto azaroso
de dos concepciones del mundo, dos concepciones que se fusionaron, se unieron o
más al momento, se intentaron unir para afirmar una.
Al afirmar esta unión, lo que se
tiene que decir es que en ese movimiento se instauro lo otro, y al darse este
hecho se fracturó una parte, “a nuestro ver y sentir” demasiado importante de lo
uno.
También nuestra tradición, nuestra
existencia fue versada por letras y consignas que nunca comprendieron la
importancia de interpretar esa realidad, esas imágenes y estas formas de ver el
mundo, pues su connotación clásica se definía en los salvajes, animales y sin
alma.
Una animalidad, un salvajismo y unas
almas verdaderamente arduas de comprender; tejidos confusos respecto al
ordenamiento occidental y menos el legado paupérrimo que engendraba España en
sus tantos momentos.
Fue imposible para estos hombres, a
pesar de hacer parte del ser hombres, en
lograr o de intentar comprender el amor a lo sagrado, el amor a la divinidad,
el amor a lo pueril, el amor a lo simple ; como también el amor a la guerra, el
odio a lo humano, el odio a no ser; es decir, toda la multiplicidad de formas
que un pueblo mutilado, como el español
ahogaba en sus consignas Religiosas, económicas y políticas.
Esta comprensión del mundo, mutilado ya
en la otredad, le era imposible contemplar este panorama, entonces fue más
radical y menos difícil, como lo consigna la historia de occidente: matar que
pensar.
Lo otro, es el producto de la mezcla, de
nosotros con lo que partió ese nosotros, lo que hace parte de nosotros desde el
momento en que nos partió y se corto el camino que nos comunicaba con nosotros
mismos, ya eran otros tiempos pero aun así la relación de lo uno con lo otro se
mantiene, pues aun hay lenguaje, aun hay imágenes unidas al nosotros y las relaciones se mueven en el infinito del
ser.
Esto otro, es también lo otro porque es
una cuasi extensión de occidente, y es cuasi, porque si no lo fuera estaríamos en
Europa o Europa estaría aquí, decir lo anterior es negar que en verdad somos un
verdadero producto del pensamiento occidental, es negar que somos la
manifestación del pensamiento occidental, y es esta negación entonces refutamos
la cuasi extensión por la extensión, y con gran templanza defendemos lo que no
somos, con el ego que ello implica.
Es decir, preguntamos entonces ¿donde
quedamos sostenidos?, ¿donde queda la concepción del ente individual, la
conciencia autónoma que es capaz de dirigir sus pensamientos y sus acciones con
miras a sus propios fines?, ¿el ente que engrandece la autonomía del ser
individual?
Con la afirmación de lo otro,
pronunciamos las respuestas a lo que somos, las respuestas que su historia
universal ha encasillado con lo que describe de nosotros. Desde el
materialismo, desde la tesis darwinista y el legado técnico determinista en que
las ciencias humanas se asientan cada vez con más ainco.
Entonces no nos cabe sino seguir
diciendo que afirmar lo otro, es afirmar el logos que occidente ilumina para
todos los hombres, y esta distinción es precisamente una reiteración de la
negación respecto a lo uno- Entonces
afirmar que el logos instaurado por
occidente nos es apático, con lo que en verdad somos es preguntarnos
¿entonces qué es lo que somos?¿cual es
nuestro logos?, ¿que es el logos?
En este momento somos otra cosa, somos
gran parte de lo otro, ya lo uno se cobija con por las gruesas telas
religiosas, económicas y tecnocráticas (las políticas democráticas dirigidas
sobre la producción y utilidad técnica ) ; estas telas ya hacen parte de nuestra
gruesa y ajena piel, y cuando tratamos o escuchamos tratar del socavar sobre
ese saber de lo uno cobijado, ocultado, velado y olvido olvidado, sobre todas las relaciones
que participaron sobre cada manto que la historia fue, va y seguirá tejiendo, en
cada vuelta sobre sí mismo, en cada acontecimiento afirmado por los hechos
relevantes por y para lo uno. Nos rechinan los oídos, los sentidos, pues
nuestra fina sensibilidad no está preparada ni diseñada para pensamientos tan
lejanos a la racionalidad.
¿Cómo es posible esperar, preparar y
actuar donde nos han enseñado a no caminar,
acaso no existe más que la verdad
verdadera remedada y ajustada a nuestra joven tradición latinoamericana.
Afirmar lo uno, es afirmar ojala para
Heidegger, sin el propósito de sub-vertir su postulado filosófico; afirmar la multiplicidad del ser, pues decir
que lo uno es lo que se ha partido, se ha fracturado, es decir que la humanidad
vive desquebrajada, y que humanidad puede esperarse luego de este
resquebrajamiento, es seguirnos resquebrajando con la dulce extrañeza, pues
también es seguir elevándonos la telaraña lo suficientemente flexible y
resistente para la gran mentira como lo
menciona Nietzsche, y seguir afirmando lo que no somos. Es rememorar también lo
que este caminar ha perdido en su horizonte de comprensión y más que la humanidad misma, es el logos que
ha determinado esta tendencia, tendencia amparada en los referentes lógicos de
estandarización u homogenización de sus conceptos y pseudoadecuaciones universales, en sus concepciones y relaciones.
Así pues, ante esta perdida, incorporada
en nuestra tierra, lo que decimos es que somos lo otro, somos la parte del
pensamiento que se hace pasar por originaria, que la hacemos pasar por
autentica, aquella afirmación que niega el valor
cultual de creación.
Con lo anterior cabe seguir afirmando lo
otro, pues la otredad aquí es la interpretación del hombre que se hace pasar
desde la individual afirmación de sí mismo con y ante su entorno, pero creeemos
lo nocivo no es tanto el pensarse sino
ya el hallarse, pues este último no muestra más que sus afecciones y relaciones
volcadas sobre un hombre solo y de verdad verdaderamente feliz.
A pesar del sinnúmero de agenciamientos,
de consignas, de giros lingüísticos, el sistema en el que se halla instaurado y
en el que este hombre se mueve le dice lo contrario, el sustrato es este, el
hombre de ciudad.
El hombre conviviendo consigo mismo, un
hombre que no está aislado, para este caso luego enmarcaremos lo que
pretendemos decir con el hombre solo.
Estas herramientas nos ponen a
confrontar la vida con las relaciones y afecciones que resultan cuando las
tenemos y no las tenemos, por esto y por muchos más, las clases sociales son
solo el sentimiento de soledad que agobia al hombre en una ciudad. Donde este
pude ser mucho, pero en su “ahí” no es nada.
La otredad es la afirmación de la
extrañeza, del momento en que el hombre no se encuentra a sí mismo por ningún lado,
donde su cuerpo se halla en un vacio, pues lo que este hace, crea y posibilita
no se halla en su existencia.
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