Christian Ricardo Montano López. Con la tecnología de Blogger.
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domingo, 2 de marzo de 2014

Lo Uno y lo Otro



EL COMUNITARISMO ES NOCIVO PARA EL CAPITALISMO.

Introducción.
En la reflexión que se presenta a continuación están contenidos, el acercamiento a los textos ¿qué es la filosofía ¿y porque permanecemos en la provincia?, del autor Martin Heidegger. El propósito de este acercamiento no está en el modo de reiterar las afirmaciones o negaciones de conceptos particulares o universales que el postulado en este caso alemán nos brinde para el ensayo, pues desde el orden metodológico en que nos hallamos inscritos y para el auditorio que se dirige se trata de no anclarnos en el  mirar las semejanzas o las diferencias de un texto respecto al otro.
El camino aquí tomado no es más que sujetar elementos importantes a lo que no se hace desde los escenarios académicos  en nuestro sitio de estudiantes de filosofía. Es decir, pensar la filosofía con los pies sujetos a lo que la tierra pueda significar desde las múltiples imágenes que el hombre puede concebir.

EL HOMBRE DE LA GENERALIDAD

El ente individual, pre-comprendido como objeto (o res extensa siguiendo a Descartes) es la manifestación de ser humano. Y allí se decanta la cultura y la civilización humana, porque allí se sitúa el sentir del hombre contenido en el logos, que le sostiene desde esta afirmación (Veritas) con la forma de pensar y relacionarse en el universo.
La forma como se concibe al ser de lo humano, es un cuadro borroso, atestiguando el logos o el modo en que se ha pensado la forma en que aparece el humano. De aquella forma, extensa, óntica y objetual, se han establecido líneas de demarcación, limitación y figuración, lo demarcativo lleva consigo estructuras de orden y normas que codeterminan el marco de referencia universal en que se concibe lo humano. Y ahí en su ahí, es decir en el sentido del ocurrir, o eventualmente suceder toma lugar el instante como sentido del ocurrir mismo. Ese sentido temporal vital que es el hombre, es la morada de la norma, y el ordenamiento que cobija el sentido mismo de la generalidad.
Aquí vemos entonces al hombre de la generalidad, a priori, universal, y solo.

Pero ese hombre tiene un sustrato gestado desde una perspectiva de ordenamiento, que se describe  en lo represivo y pugnado por los aparatos de poder que afirman significativamente esta postura, pues esta moldea al  hombre apropiándolo para los fines utilitarios que las relaciones de poder requiere en él. Ahora bien, si tenemos que señalar un carácter del aparecer que sea disidente de este hombre individual, se nos escurre de las manos, en todo acto este hombre se halla circunscrito a los aparados de poder, y sus lineamientos de ajuste y reajuste.
En este sentido el individualismo está adscrito a la perspectiva logo-céntrica de occidente, que marca la tendencia a encauzar los medios y fines sobre el sujeto que los impulsa.

UN  SENTIDO PARA AMERERICA LATINA

América latina es un suelo, una raíz, una expresión múltiple representada en la mezcla de lo uno y lo otro.
La mezcla fue el producto azaroso de dos concepciones del mundo, dos concepciones que se fusionaron, se unieron o más al momento, se intentaron unir para afirmar una.
Al afirmar esta unión, lo que se tiene que decir es que en ese movimiento se instauro lo otro, y al darse este hecho se fracturó una parte, “a nuestro ver y sentir” demasiado importante de lo uno.

También nuestra tradición, nuestra existencia fue versada por letras y consignas que nunca comprendieron la importancia de interpretar esa realidad, esas imágenes y estas formas de ver el mundo, pues su connotación clásica se definía en los salvajes, animales y sin alma.
Una animalidad, un salvajismo y unas almas verdaderamente arduas de comprender; tejidos confusos respecto al ordenamiento occidental y menos el legado paupérrimo que engendraba España en sus tantos  momentos.
Fue imposible para estos hombres, a pesar  de hacer parte del ser hombres, en lograr o de intentar comprender el amor a lo sagrado, el amor a la divinidad, el amor a lo pueril, el amor a lo simple ; como también el amor a la guerra, el odio a lo humano, el odio a no ser; es decir, toda la multiplicidad de formas que un pueblo mutilado, como el español  ahogaba en sus consignas Religiosas, económicas y políticas.
Esta comprensión del mundo, mutilado ya en la otredad, le era imposible contemplar este panorama, entonces fue más radical y menos difícil, como lo consigna la historia de occidente: matar que pensar.

Lo otro, es el producto de la mezcla, de nosotros con lo que partió ese nosotros, lo que hace parte de nosotros desde el momento en que nos partió y se corto el camino que nos comunicaba con nosotros mismos, ya eran otros tiempos pero aun así la relación de lo uno con lo otro se mantiene, pues aun hay lenguaje, aun hay imágenes unidas al nosotros  y las relaciones se mueven en el infinito del ser.
Esto otro, es también lo otro porque es una cuasi extensión de occidente, y es cuasi, porque si no lo fuera estaríamos en Europa o Europa estaría aquí, decir lo anterior es negar que en verdad somos un verdadero producto del pensamiento occidental, es negar que somos la manifestación del pensamiento occidental, y es esta negación entonces refutamos la cuasi extensión por la extensión, y con gran templanza defendemos lo que no somos, con el ego que ello implica.
Es decir, preguntamos entonces ¿donde quedamos sostenidos?, ¿donde queda la concepción del ente individual, la conciencia autónoma que es capaz de dirigir sus pensamientos y sus acciones con miras a sus propios fines?, ¿el ente que engrandece la autonomía del ser individual?

Con la afirmación de lo otro, pronunciamos las respuestas a lo que somos, las respuestas que su historia universal ha encasillado con lo que describe de nosotros. Desde el materialismo, desde la tesis darwinista y el legado técnico determinista en que las ciencias humanas se asientan cada vez con más ainco.

Entonces no nos cabe sino seguir diciendo que afirmar lo otro, es afirmar el logos que occidente ilumina para todos los hombres, y esta distinción es precisamente una reiteración de la negación respecto a lo uno-  Entonces afirmar que el logos instaurado por  occidente nos es apático, con lo que en verdad somos es preguntarnos ¿entonces  qué es lo que somos?¿cual es nuestro logos?, ¿que es el logos?
En este momento somos otra cosa, somos gran parte de lo otro, ya lo uno se cobija con por las gruesas telas religiosas, económicas y tecnocráticas (las políticas democráticas dirigidas sobre la producción y utilidad técnica ) ; estas telas ya hacen parte de nuestra gruesa y ajena piel, y cuando tratamos o escuchamos tratar del socavar sobre ese saber de lo uno cobijado, ocultado, velado y olvido  olvidado, sobre todas las relaciones que participaron sobre cada manto que la historia fue, va y seguirá tejiendo, en cada vuelta sobre sí mismo, en cada acontecimiento afirmado por los hechos relevantes por y para lo uno. Nos rechinan los oídos, los sentidos, pues nuestra fina sensibilidad no está preparada ni diseñada para pensamientos tan lejanos a la racionalidad.

¿Cómo es posible esperar, preparar y actuar donde nos han enseñado a no caminar, acaso no existe más que  la verdad verdadera remedada y ajustada a nuestra joven tradición latinoamericana.

Afirmar lo uno, es afirmar ojala para Heidegger, sin el propósito de sub-vertir su postulado filosófico; afirmar la multiplicidad del ser, pues decir que lo uno es lo que se ha partido, se ha fracturado, es decir que la humanidad vive desquebrajada, y que humanidad puede esperarse luego de este resquebrajamiento, es seguirnos resquebrajando con la dulce extrañeza, pues también es seguir elevándonos la telaraña lo suficientemente flexible y resistente  para la gran mentira como lo menciona Nietzsche, y seguir afirmando lo que no somos. Es rememorar también lo que este caminar ha perdido en su horizonte de comprensión  y más que la humanidad misma, es el logos que ha determinado esta tendencia, tendencia amparada en los referentes lógicos de estandarización u homogenización de sus conceptos y pseudoadecuaciones universales, en sus concepciones y relaciones.
Así pues, ante esta perdida, incorporada en nuestra tierra, lo que decimos es que somos lo otro, somos la parte del pensamiento que se hace pasar por originaria, que la hacemos pasar por autentica, aquella afirmación que niega el valor cultual de creación.

Con lo anterior cabe seguir afirmando lo otro, pues la otredad aquí es la interpretación del hombre que se hace pasar desde la individual afirmación de sí mismo con y ante su entorno, pero creeemos  lo nocivo no es tanto el pensarse sino ya el hallarse, pues este último no muestra más que sus afecciones y relaciones volcadas sobre un hombre solo y de verdad verdaderamente feliz.
A pesar del sinnúmero de agenciamientos, de consignas, de giros lingüísticos, el sistema en el que se halla instaurado y en el que este hombre se mueve le dice lo contrario, el sustrato es este, el hombre de ciudad.
El hombre conviviendo consigo mismo, un hombre que no está aislado, para este caso luego enmarcaremos lo que pretendemos decir con el hombre solo.
Estas herramientas nos ponen a confrontar la vida con las relaciones y afecciones que resultan cuando las tenemos y no las tenemos, por esto y por muchos más, las clases sociales son solo el sentimiento de soledad que agobia al hombre en una ciudad. Donde este pude ser mucho, pero en su “ahí” no es nada.
La otredad es la afirmación de la extrañeza, del momento en que el hombre no se encuentra a sí mismo por ningún lado, donde su cuerpo se halla en un vacio, pues lo que este hace, crea y posibilita no se halla en su existencia.

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