En
la obra de Edmund Husserl hay una revisión a la objetivación científica de su época,
señalando la crisis en que se ve el saber fundado en el pre-juicio de abarcar
la verdad, desde un saber fundado en la fragmentación abstracta de la realidad,
donde el método utilizado solo toma una parte de esta, y sin embargo, la
ciencia objetiva lo hace ver como una absoluta totalidad. Este pensador busca
plantear una fenomenología trascendental, donde se amplié o desborde el sistema
categorial de la razón, para fundamentar una posible subjetividad
trascendental, dirigiendo con ello, el intento por la recuperación de la doxa, que intenta ampliar una ciencia de
la opinión.
Este
escrito intenta señalar de un modo general, el tema de la cotidianidad, de cara
a la pregunta: ¿De Qué fundamentación parte
la doxa o cotidianidad, para establecer un saber universal valido en el mundo de la vida? Esta pregunta indica
una perspectiva sobre la ciencia con relación al mundo de la vida, que es donde
tiene lugar la cotidianidad, con esto, el camino intenta mostrar la orientación
que hace Husserl en su obra Krisis,(1939)
a la luz de los parágrafos 32 al 39 de su obra.
El
señalamiento que indica Husserl, sobre la crisis de las ciencias humanas y
sociales, indaga sobre ciertas estructuras de objetivación sostenidas en la
abstracción, versadas sobre la negación
de una condición fundante en la apertura de mundo, que vincula la condición
humana desde su base originaria, experiencial, vivencial, intensional, que sin
embargo es negada, olvidada, y enterrada por el objetivismo.
En el
objetivismo, hay una fuerte crítica a la filosofía de Kant, en el sentido de no
haber abarcado el mundo de la vida desde su sentido más fundante, el cual
comienza por el nivel originario del mundo de la vida. En Husserl hay un
evidente distanciamiento respecto de Kant, pues en su perspectiva es
fundamental que se parta de una base
critica a cualquier estructura esencial
del sentido objetivo, que se muestre apriori,
con relación a la esencia de la experiencia, tiene lugar al examinar en
su amplitud la simple experiencia de algo físico, lo cual ya es por sí misma,
una estructura esencial de la realidad individual, sosteniendo con ello la
corporeidad y la afectividad en tanto naturaleza verdadera posible, es decir la
subjetividad y que a su vez, toma dirección con la percepción.
Con
esto se determina, que cualquier afirmación sobre un objeto sólo tiene sentido
en relación con una mención, una opinión sobre él, una “doxa”, es decir, una
posición subjetiva con base en un estar dirigido intencionalmente al objeto
percibido, vivenciado, intencionado desde el yo mismo u otro cualquiera. Con
esto cabe afirmar como la verdad se basa
sobre la posibilidad del ambito intersubjetivo, lo cual es dado en la correlación
con lo que se afirma como real.
Esto
sería que no sólo para mí y ni para cualquiera tiene que dejar de ser posible
tener experiencia de tal objeto, sino que cada experiencia debe poder
pertenecer a un marco contextual de la experiencia universal real y posible, y
por tanto debe poder ser validada en efecto a su proceso y sobre los métodos de
la justificación con base en la experiencia (experimento, observación).
Hay
un reclamo a Kant sobre su concepto de experiencia, el cual no permitiría
tematizar suficientemente la subjetividad desde su actividad originaria con
respecto a la constitución del mundo sensible. Husserl propone la constitución
de objetos, y en general de un mundo real, donde tiene su origen en la actividad
privilegiada de la conciencia desde el ámbito de la experiencia sensible. El
mundo de la vida se constituye en un contexto motivacional, intencional, en el
que actúa la corporeidad en todas sus formas de actividad sensorial. Por tanto,
al preguntar por los orígenes de la aprehensión o percepción de objetos del
mundo real, no encontramos un mero caos o un puro desorden de datos, sino más
bien un campo de actividad, de experiencia con determinada estructura de sentido,
dado a su vez en la cotidianidad.
La
fenomenología indica el ir a las cosas mismas, es decir, aproximarse a las
cosas yendo más allá de un simple conocimiento verbal de ellas. Este ir al
objeto en sí, es contar con una
intuición no meramente lingüística, sino en un estrecho vínculo con la percepción
del objeto, tal como lo hace ver Husserl, en el siguiente apartado:
“el mundo de la intuición sensible, el
mundo de la apariencia sensible. En todas las verificaciones de la vida natural
de intereses, de aquella que se atiende puramente al mundo de la vida, el
regreso a la intuición experiencial, <sensible> juega un papel
preeminente, pues todo aquello que desde el punto de vista del mundo de vida, se presenta como cosa concreta posee,
evidentemente una corporeidad[1]”.
La
percepción es fundamento primordial de la intuición, de ahí que todo sentido
real se funde en la percepción, destacando el modo proto-originario, como sería
el recuerdo en una de las modalidades de la intuición. Así, La fenomenología
puede verse entonces en una doble condición, función y tránsito, de lo
lingüístico a lo vivencial abarcado en su íntima pertenencia, lo cual implica
una relación corpórea, anímica, afectiva y vivencial con recuerdos y
relaciones, que se muestra cómo “percepción sensible”.
En Husserl, se
recupera la epoje[2], y
se retoma la importancia del método fenomenológico. La epojé en tanto
actitud inmanente, toma lugar desde las
relaciones con el mundo y ese campo cercano y lejano toma lugar en una nueva
renovación del mirar, puesto que al realizar la epojé todo se pone en cuestión.
Es
importante resaltar la posibilidad de la epojé en tanto que permite diferenciar
la actitud natural del mundo de la vida. Pues, sólo gracias a la epojé y a la
reducción trascendental es posible comprender la cotidianidad como ámbito de
constitución subjetiva, y no únicamente como mundo de objetos independientes de
la subjetividad, tal como se dirige a ellos el hombre en actitud natural.
La
actitud natural se caracteriza por una tesis general según la cual toda la
realidad se presenta al hombre como puesta ahí delante y como algo objetivo en
sí, independientemente de su actividad constituyente. El mundo es un conjunto
de objetos, cosas, actos, eventos, cada uno relacionado objetivamente; las
ciencias naturalmente tienen su origen en tales objetividades fragmentadas y
fundadas desde sus relaciones.
Se
puede decir que en la actitud natural, el tema central nos habitúa a vivir encaminados
a los objetos, a interesarnos por ellos y a depender interesadamente de ellos;
la epojé permite una actitud desinteresada hacia lo empírico, y amplia una
nueva perspectiva, la cual se muestra como reflexión, que en su momento se
manifiesta como la actividad propia del interés de responsabilidad; éste y no
otro es el interés que motiva el cambio de la actitud natural a la nueva
actitud reflexiva.
Sobre
la base reflexiva, se puede preguntar por un primer resultado de la epojé, el cual nos muestra el
lugar de liberados de la hegemonía y tiranía del objeto, y desde esa mirada dirigirnos,
volver hacia la vida de conciencia, en la cual se constituye intencionalmente
el sentido de toda subjetividad. La
epojé en tanto suspensión de la tesis objetivante de la actitud natural es una
fijación de la ingenuidad, para encontrar en una actitud radicalmente antidogmática
el sentido de objetividad en general y de toda objetividad en particular en su
fuente intencional.
El
propósito de Husserl frente a la positivización de las ciencias, insiste en
fundar una reflexión sobre la experiencia de la ciencia, la cual se revela cómo
“mundo de la vida”. El tema de la fenomenología es el mundo donde el riesgo es
precisamente ahogarse en el psicologismo indemne de la singularidad. El
concepto de Horizonte que se empieza a abrir en el parágrafo 29, actúa como una estructura perceptiva que
siempre se está desplazando, lo cual se halla en estrecha relación con la
posibilidad.
Bajo
esta aclaración cabe ampliar el concepto de horizonte y sus líneas de
correspondencia, en la continuidad y discontinuidad que se abre y cierra en el
plexo significativo y afectivo del sujeto que recorre tanto la dimensión verbal, lingüística, como también la conjugación de la intuición
sensorial perceptiva. De este modo, el mundo de la vida toma su aspecto
universal en el plexo del horizonte simbólico y vivencial, tal como lo hace
expreso Walton:
“El mundo de la vida es caracterizado
por Husserl como el mundo circundante en
que obramos y padecemos, el horizonte de vida para toda nuestra praxis efectiva
y posible - sea teórica o extrateorica-, el suelo sobre el que se apoyan
nuestros intereses y proyectos y el campo universal en el que se insertan
nuestros actos de experiencia, conocimiento y acción[3]”.
El
mundo de la vida no solo abarca un horizonte espacial que se ensancha, amplía,
que va y viene a cuenta de nuestra corporeidad singular, pues este también
posee un horizonte espacial. En este también hay un espacio vivido que se
orienta no solo nuestra relación con el presente viviente y la percepción del
mundo actual, sino a un aquí universal que cuenta en su regresión a lo ocurrido
que se establece solo en la medida de nuestro cuerpo vivido.
La
vivencia y su temporalidad podría actuar como un hilo conductor sostenido en el
nuestro tiempo vivido, el cual nos permite ir y volver sobre lo vivido y reconfigurar
experiencias, situaciones, relaciones, simetrías y asimetría solo desde nuestra
experiencia corpórea vivida, desde el aquí, y lo que va siendo.
Bajo
la apreciación de horizonte, encontramos en la corporeidad y con su
singularidad, una multiplicidad de
mundos de vida, entrelazados en la cotidinidad, según las diversas culturas y
los distintos momentos de la historia, pero a pesar de esta relatividad Husserl
considera valida la exigencia de buscar detrás de esta variedad, estructuras
esenciales y universales que sostengan el proyecto de un a priori, o subjetividad trascendental.
El
Mundo por tanto, no se presenta de existir solo como mi mundo, con mi historia
o desde mi corporeidad. Para Husserl todo fenómeno o perspectiva del horizonte
es propia de un sujeto, sin embargo en mis perspectivas siempre estarán otros
sujetos. Así, la constitución intersubjetiva toma lugar en una común unidad de
relación.
En
conclusión lo que caracteriza al mundo de la vida, es su pragmática
experimentabilidad, (observación, experiencia), donde las experiencias vividas son
el fundamento de este en tanto “evidencias originarias”.
Conciliando
el mundo objetivo con el mundo de la vida, Husserl agrega que la teoría
objetiva sé enraiza y se funda en el mundo vivido, de manera que la ciencia
objetiva tiene una relación constante con el mundo vital. Con esto, las formaciones lógicas o ideales de la
ciencia objetiva, así como las cosas mundanas son construcciones humanas que se
llevan a cabo en el mundo de la vida y el horizonte que se explana y contrae, o
multidimensiona en la cotidianidad.
De ahí
que la actividad del científico no sea una actividad aislada del mundo; pues el
científico es ante todo, un hombre que posee y vive en una cotidianidad, es una
parte más, que integra el mundo de la vida, de ello que la actividad del
científico forma parte inseparable del mundo de la vida, desde un antes y un
después
Aparentemente
lo expuesto por Husserl hasta aquí parece paradójico puesto que entonces surge
la pregunta: ¿Cómo es posible que un mundo subjetivo-relativo sea la base
fundamental para todo conocimiento? De hecho tenemos que este mundo no goza de
los valores, ni verdades de las que se valen las ciencias objetivas, sino que
más bien sus propuestas son relativas y ocasionales. El mundo
subjetivo-relativo parte de verdades situacionales y cotidianas, pero a la base
de lo que se ha planteado, podemos dejar claro que las teorías científicas sólo
se pueden comprobar en este mundo fáctico desde y con lo subjetivo-relativo. Es
decir en el encuentro originario con la integridad que involucra mirar de nuevo
al hombre y sus vínculos con y desde el mundo de la vida.
Bibliografía.
-Husserl. Edmund, La crisis de las
ciencias europeas y la fenomenología trascendental, Barcelona, Critica, 1991,
-Husserl. Edmund, La idea de la
fenomenología, México, Fondo de cultura económica, 1982.
-Husserl, Edmund, Renovación del hombre y de la cultura: Cinco
ensayos , prólogo de Guillermo Hoyos, trad. de Agustín Serrano de Haro, Editorial Anthropos, 2002.
Walton. Roberto. El fenómeno
y sus configuraciones. Buenos Aires, 1993.
-Garcia,Alejandro, Revista de Ciencias Humanas.
N°25, pág 27-31.
[1] Husserl. Edmund,
La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, Barcelona,
Critica, 1991, Pág 110.
[2] «puesta entre paréntesis (mirar de nuevo) no sólo de las doctrinas [o doxas]
sobre la realidad sino también de la realidad misma».
[3] Walton.
Roberto,” El fenómeno y sus
configuraciones” (Buenos Aires, 1993), N°19, Buenos Aires, 1999,
Pág196.
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