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jueves, 5 de diciembre de 2013

La cotidianidad como base fenomenológica de la ciencia.




En la obra de Edmund Husserl hay una revisión  a la objetivación científica de su época, señalando la crisis en que se ve el saber fundado en el pre-juicio de abarcar la verdad, desde un saber fundado en la fragmentación abstracta de la realidad, donde el método utilizado solo toma una parte de esta, y sin embargo, la ciencia objetiva lo hace ver como una absoluta totalidad. Este pensador busca plantear una fenomenología trascendental, donde se amplié o desborde el sistema categorial de la razón, para fundamentar una posible subjetividad trascendental, dirigiendo con ello, el intento por la recuperación de la doxa, que intenta ampliar una ciencia de la opinión.

Este escrito intenta señalar de un modo general, el tema de la cotidianidad, de cara a la pregunta: ¿De Qué fundamentación parte  la doxa o cotidianidad, para establecer un saber universal  valido en el mundo de la vida? Esta pregunta indica una perspectiva sobre la ciencia con relación al mundo de la vida, que es donde tiene lugar la cotidianidad, con esto, el camino intenta mostrar la orientación que hace Husserl en su obra Krisis,(1939) a la luz de los parágrafos 32 al 39 de su obra.
El señalamiento que indica Husserl, sobre la crisis de las ciencias humanas y sociales, indaga sobre ciertas estructuras de objetivación sostenidas en la abstracción, versadas  sobre la negación de una condición fundante en la apertura de mundo, que vincula la condición humana desde su base originaria, experiencial, vivencial, intensional, que sin embargo es negada, olvidada, y enterrada por el objetivismo.

En el objetivismo, hay una fuerte crítica a la filosofía de Kant, en el sentido de no haber abarcado el mundo de la vida desde su sentido más fundante, el cual comienza por el nivel originario del mundo de la vida. En Husserl hay un evidente distanciamiento respecto de Kant, pues en su perspectiva es fundamental que se  parta de una base critica a cualquier  estructura esencial del sentido objetivo, que se muestre apriori,  con relación a la esencia de la experiencia, tiene lugar al examinar en su amplitud la simple experiencia de algo físico, lo cual ya es por sí misma, una estructura esencial de la realidad individual, sosteniendo con ello la corporeidad y la afectividad en tanto naturaleza verdadera posible, es decir la subjetividad y que a su vez, toma dirección con la percepción.

Con esto se determina, que cualquier afirmación sobre un objeto sólo tiene sentido en relación con una mención, una opinión sobre él, una “doxa”, es decir, una posición subjetiva con base en un estar dirigido intencionalmente al objeto percibido, vivenciado, intencionado desde el yo mismo u otro cualquiera. Con esto cabe afirmar como la  verdad se basa sobre la posibilidad del ambito intersubjetivo, lo cual es dado en la correlación con lo que se afirma como real.


Esto sería que no sólo para mí y ni para cualquiera tiene que dejar de ser posible tener experiencia de tal objeto, sino que cada experiencia debe poder pertenecer a un marco contextual de la experiencia universal real y posible, y por tanto debe poder ser validada en efecto a su proceso y sobre los métodos de la justificación con base en la experiencia (experimento, observación).

Hay un reclamo a Kant sobre su concepto de experiencia, el cual no permitiría tematizar suficientemente la subjetividad desde su actividad originaria con respecto a la constitución del mundo sensible. Husserl propone la constitución de objetos, y en general de un mundo real, donde tiene su origen en la actividad privilegiada de la conciencia desde el ámbito de la experiencia sensible. El mundo de la vida se constituye en un contexto motivacional, intencional, en el que actúa la corporeidad en todas sus formas de actividad sensorial. Por tanto, al preguntar por los orígenes de la aprehensión o percepción de objetos del mundo real, no encontramos un mero caos o un puro desorden de datos, sino más bien un campo de actividad, de experiencia con determinada estructura de sentido, dado a su vez en la cotidianidad.

La fenomenología indica el ir a las cosas mismas, es decir, aproximarse a las cosas yendo más allá de un simple conocimiento verbal de ellas. Este ir al objeto en sí,  es contar con una intuición no meramente lingüística, sino en un estrecho vínculo con la percepción del objeto, tal como lo hace ver Husserl, en el siguiente apartado:

“el mundo de la intuición sensible, el mundo de la apariencia sensible. En todas las verificaciones de la vida natural de intereses, de aquella que se atiende puramente al mundo de la vida, el regreso a la intuición experiencial, <sensible> juega un papel preeminente, pues todo aquello que desde el punto de vista del mundo de  vida, se presenta como cosa concreta posee, evidentemente una corporeidad[1]”.

La percepción es fundamento primordial de la intuición, de ahí que todo sentido real se funde en la percepción, destacando el modo proto-originario, como sería el recuerdo en una de las modalidades de la intuición. Así, La fenomenología puede verse entonces en una doble condición, función y tránsito, de lo lingüístico a lo vivencial abarcado en su íntima pertenencia, lo cual implica una relación corpórea, anímica, afectiva y vivencial con recuerdos y relaciones, que se muestra cómo  “percepción sensible”.
En Husserl, se recupera la epoje[2], y se retoma la importancia del método fenomenológico. La epojé en tanto actitud  inmanente, toma lugar desde las relaciones con el mundo y ese campo cercano y lejano toma lugar en una nueva renovación del mirar, puesto que al realizar la epojé todo se pone en cuestión.
Es importante resaltar la posibilidad de la epojé en tanto que permite diferenciar la actitud natural del mundo de la vida. Pues, sólo gracias a la epojé y a la reducción trascendental es posible comprender la cotidianidad como ámbito de constitución subjetiva, y no únicamente como mundo de objetos independientes de la subjetividad, tal como se dirige a ellos el hombre en actitud natural.



La actitud natural se caracteriza por una tesis general según la cual toda la realidad se presenta al hombre como puesta ahí delante y como algo objetivo en sí, independientemente de su actividad constituyente. El mundo es un conjunto de objetos, cosas, actos, eventos, cada uno relacionado objetivamente; las ciencias naturalmente tienen su origen en tales objetividades fragmentadas y fundadas desde sus relaciones.

Se puede decir que en la actitud natural, el tema central nos habitúa a vivir encaminados a los objetos, a interesarnos por ellos y a depender interesadamente de ellos; la epojé permite una actitud desinteresada hacia lo empírico, y amplia una nueva perspectiva, la cual se muestra como reflexión, que en su momento se manifiesta como la actividad propia del interés de responsabilidad; éste y no otro es el interés que motiva el cambio de la actitud natural a la nueva actitud reflexiva.

Sobre la base reflexiva, se puede preguntar por un primer  resultado de la epojé, el cual nos muestra el lugar de liberados de la hegemonía y tiranía del objeto, y desde esa mirada dirigirnos, volver hacia la vida de conciencia, en la cual se constituye intencionalmente el sentido de toda subjetividad.  La epojé en tanto suspensión de la tesis objetivante de la actitud natural es una fijación de la ingenuidad, para encontrar en una actitud radicalmente antidogmática el sentido de objetividad en general y de toda objetividad en particular en su fuente intencional.

El propósito de Husserl frente a la positivización de las ciencias, insiste en fundar una reflexión sobre la experiencia de la ciencia, la cual se revela cómo “mundo de la vida”. El tema de la fenomenología es el mundo donde el riesgo es precisamente ahogarse en el psicologismo indemne de la singularidad. El concepto de Horizonte que se empieza a abrir en el parágrafo 29,  actúa como una estructura perceptiva que siempre se está desplazando, lo cual se halla en estrecha relación con la posibilidad.

Bajo esta aclaración cabe ampliar el concepto de horizonte y sus líneas de correspondencia, en la continuidad y discontinuidad que se abre y cierra en el plexo significativo y afectivo del sujeto que recorre tanto la dimensión verbal, lingüística,  como también la conjugación de la intuición sensorial perceptiva. De este modo, el mundo de la vida toma su aspecto universal en el plexo del horizonte simbólico y vivencial, tal como lo hace expreso Walton:

“El mundo de la vida es caracterizado por Husserl como el  mundo circundante en que obramos y padecemos, el horizonte de vida para toda nuestra praxis efectiva y posible - sea teórica o extrateorica-, el suelo sobre el que se apoyan nuestros intereses y proyectos y el campo universal en el que se insertan nuestros actos de experiencia, conocimiento y acción[3]”.

El mundo de la vida no solo abarca un horizonte espacial que se ensancha, amplía, que va y viene a cuenta de nuestra corporeidad singular, pues este también posee un horizonte espacial. En este también hay un espacio vivido que se orienta no solo nuestra relación con el presente viviente y la percepción del mundo actual, sino a un aquí universal que cuenta en su regresión a lo ocurrido que se establece solo en la medida de nuestro cuerpo vivido.

La vivencia y su temporalidad podría actuar como un hilo conductor sostenido en el nuestro tiempo vivido, el cual nos permite ir y volver sobre lo vivido y reconfigurar experiencias, situaciones, relaciones, simetrías y asimetría solo desde nuestra experiencia corpórea vivida, desde el aquí, y lo que va siendo.

Bajo la apreciación de horizonte, encontramos en la corporeidad y con su singularidad,  una multiplicidad de mundos de vida, entrelazados en la cotidinidad, según las diversas culturas y los distintos momentos de la historia, pero a pesar de esta relatividad Husserl considera valida la exigencia de buscar detrás de esta variedad, estructuras esenciales y universales que sostengan el proyecto de un a priori, o  subjetividad trascendental.
El Mundo por tanto, no se presenta de existir solo como mi mundo, con mi historia o desde mi corporeidad. Para Husserl todo fenómeno o perspectiva del horizonte es propia de un sujeto, sin embargo en mis perspectivas siempre estarán otros sujetos. Así, la constitución intersubjetiva toma lugar en una común unidad de relación.

En conclusión lo que caracteriza al mundo de la vida, es su pragmática experimentabilidad, (observación, experiencia), donde las experiencias vividas son el fundamento de este en tanto “evidencias originarias”.

Conciliando el mundo objetivo con el mundo de la vida, Husserl agrega que la teoría objetiva sé enraiza y se funda en el mundo vivido, de manera que la ciencia objetiva tiene una relación constante con el mundo vital. Con esto,  las formaciones lógicas o ideales de la ciencia objetiva, así como las cosas mundanas son construcciones humanas que se llevan a cabo en el mundo de la vida y el horizonte que se explana y contrae, o multidimensiona en la cotidianidad.
De ahí que la actividad del científico no sea una actividad aislada del mundo; pues el científico es ante todo, un hombre que posee y vive en una cotidianidad, es una parte más, que integra el mundo de la vida, de ello que la actividad del científico forma parte inseparable del mundo de la vida, desde un antes y un después
Aparentemente lo expuesto por Husserl hasta aquí parece paradójico puesto que entonces surge la pregunta: ¿Cómo es posible que un mundo subjetivo-relativo sea la base fundamental para todo conocimiento? De hecho tenemos que este mundo no goza de los valores, ni verdades de las que se valen las ciencias objetivas, sino que más bien sus propuestas son relativas y ocasionales. El mundo subjetivo-relativo parte de verdades situacionales y cotidianas, pero a la base de lo que se ha planteado, podemos dejar claro que las teorías científicas sólo se pueden comprobar en este mundo fáctico desde y con lo subjetivo-relativo. Es decir en el encuentro originario con la integridad que involucra mirar de nuevo al hombre y sus vínculos con y desde el mundo de la vida.





Bibliografía.

-Husserl. Edmund, La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, Barcelona, Critica, 1991,
-Husserl. Edmund, La idea de la fenomenología, México, Fondo de cultura económica, 1982.
-Husserl, Edmund,  Renovación del hombre y de la cultura: Cinco ensayos , prólogo de Guillermo Hoyos, trad. de Agustín Serrano  de Haro, Editorial Anthropos, 2002.
Walton. Roberto. El fenómeno y sus configuraciones. Buenos Aires, 1993.
-Garcia,Alejandro, Revista de Ciencias Humanas. N°25, pág 27-31.


[1] Husserl. Edmund, La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, Barcelona, Critica, 1991, Pág 110.
[2] «puesta entre paréntesis (mirar de nuevo) no sólo de las doctrinas [o doxas] sobre la realidad sino también de la realidad misma».
[3] Walton. Roberto,” El fenómeno y sus configuraciones”  (Buenos Aires, 1993), N°19, Buenos Aires, 1999, Pág196.

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