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lunes, 14 de octubre de 2013

La historia

El acercamiento a la analítica  existenciaria de ser y tiempo, en lo que respecta al elemento existenciario de la historicidad, está en estrecha relación con la temporalidad. La historicidad se comprende como el gestarse de  la estructura del “ser ahí”, es decir, en el desarrollo de la existencia humana, que se prolonga entre el nacimiento y la muerte.
Al abordar el desarrollo de la noción de Historia, se señalará la concepción vulgar de aquella, como la simple la descripción de los hechos pasados; y la concepción originaria de la historia comprendida en el gestarse del “ser ahí” en su acontecer valorado en la temporalidad, como lo “sido”. De ello que nuestra referencia se intente aproximar a la composición unitaria del hombre que es, se hace y deshace en el tiempo, en donde es posible impetuar su ser, en la  temporalidad como cura.
La posición de Heidegger respecto al ámbito de la historia, le lleva a profundizar  en la tesis de Wilhelm Dilthey, la cual es fundamental  en su propuesta filosófica, en el sentido de lo que implica la revisión de lo histórico en su condición más concreta y cercana a la vida.
La propuesta de Dilthey, señala la sustitución del puro sujeto cognoscente, por el hombre en su unidad, y su condición histórico-social más concreta. De tal manera, que la propuesta Heideggeriana, le otorge gran importancia a la posición de Dilthey, en lo que respecta a la comprensión de la Historia, en el sentido que esta postura se halla en estrecha relación con lo que desarrolla Heidegger en el ser ahí existenciario.

El gestarse de la existencia humana, deviene con la comprensión vulgar de la historia, y esta posición la define en el acontecer con el pasar del tiempo, el cual está definido de manera lineal, uniforme e irreversible. Así lo que pasa  en el tiempo, deviene pasado, y de este pasado se ocupa el conocimiento histórico.

La comprensión vulgar de la historia, está señalada como la historiografía, definiéndose está, como  la descripción de las relaciones de continuidad entre el pasado y el presente, las cuales están determinadas por la dualidad de causa-efecto, estableciéndose la definición del pasado, desde un referente, en el que se pretende constatar nuestra experiencia desde el mundo actual.
Esta comprensión del pasado, es para Heidegger un simple objeto de nuestra re-presentación, en donde la verdad actúa, con la medida de exactitud en que esté adscrita la representación.  

El estudio de la Historiografía, tiene que ver con la sucesión continua de acontecimientos en estrecha relación con la idea del pasado como una simple re-presentación de los hechos acontecidos, quedando así contenida en lo meramente ontico. Esta postura es insuficiente para Heidegger, en lo que tiene  que ver con el esclarecimiento del ser histórico del Dasein, y su original estructura temporal de la historia.

La idea de un tiempo único, como registro abstracto y universal de todo acontecer fenoménico, es válida para la esfera de la representación de la naturaleza física, pero resulta problemática para la comprensión del tiempo, propio de la historia, como unidad última del obrar humano.

Con lo anterior, se puede señalar que la comprensión vulgar del tiempo y la comprensión vulgar de la historia, en tanto referentes cercanos al devenir existenciario, esquivan en un señalado sentido a la respuesta por la original estructura temporal del ser ahí. Sin que por ello, no estén vinculados en su unidad. La estructura original de la historia deviene de la existencia humana, y sólo en sentido secundario, los demás entes vienen a hacer parte de la historia, tal como Heidegger lo hace ver en el siguiente apartado:

“Cuando  se mueven las hélices de un avión, entonces en rigor, no [acontece] nada, pero cuando ese avión es el que lleva al Führer hasta donde está Mussolini, entonces acaece historia. El vuelo deviene historia. El avión deviene historia y  quizá sea preservado en un museo”, “El carácter histórico del avión  no depende del girar de sus hélices, sino de lo que emerge en esa reunión con el futuro. Resulta así dudoso que  pasar a la historia signifique: irse al pasado, cuando un pueblo pasa a la historia ello quiere decir: él entra al futuro”[1]

Esta posición respecto a la historia, expone la estrecha relación entre la historicidad y la temporalidad, pues la relación de la historia con el tiempo es evidente, en cuanto  todo acontecer, todo movimiento transcurre en el tiempo.

Ahora bien la historia y el acontecer están relacionados al pasado, presente y futuro, esto es, a los tres ámbitos del tiempo. Sin embargo, el estudio de la historia en tanto descripción del registro histórico del acontecimiento, no alcanza a cubrir el obrar humano en su ahí, pues la historiografía en tanto conformación examinante y ordenadora del registro histórico, solo apunta sobre una continuidad cerrada del acontecer. Esta continuidad cerrada hace referencia a la forma en que el acontecer es adscrito a la demostración objetiva de la ciencia:

“La ciencia debe ser objetiva en lo posible, sin vacios, debe observar  todas las articulaciones y exponerlas con la mayor carencia de prejuicios. Debido a que en medio de lo histórico está el hombre, hay que intentar ser ante el hombre,  lo más objetivo posible”.[2]

Lo que subyace respecto a la Historiografía y su postura científica, es la imposibilidad de afirmar lo  esencial del ser ahí. Este saber se ocupa del ser de los entes, solo desde la relación ontica, en que confluyen estos, y no de examinar el ser del ente en cuanto ente. Esto muestra someramente como la escritura histórica no alcanza a cubrir lo suficiente, del existir humano y la vida misma, sino que se limita a la descripción de un simple pasado.

 Esta postura, no es asumir el pasado como un conjunto de acontecimientos adscritos a unos registros muertos, descriptivos y categoriales. Se trata en su lugar, de retomar el pasado como la senda  en nuestra memoria, que puede contenernos en lo que es y puede ser, es el camino de regreso para afirmar nuestro futuro de manera autentica. Sólo desde este inminente advenir futuro puede aprehenderse la experiencia originaria del tiempo y tomar sobre si, la facticidad y la historicidad de la vida.

De este modo lo existenciario, se despliega en el horizonte de la temporalidad. El gestarse de la existenciareidad, es la condición de posibilidad de la historicidad como carácter ontológico del ser-ahí, en la que pueda hacerse visible el fenómeno del tiempo propio, ya que necesariamente, todo preguntar por el tiempo no deja de ser un preguntar histórico.

El ámbito de lo histórico comparte el vinculo entrañable con los otros, es la afirmación del “ser ahí”, curado de…curándose de….procurando…..ser. De allí que el estado de resuelto cobre su sentido en la afirmación de lo valorado esencialmente, en lo sido.

Lo sido, o valorado en esencia, es lo que no puede sino ser y no puede dejar de ser, abarcado en lo asumido por nuestro propio responder a ello, para desde esa resolución lograr darle horizonte al futuro como anticipación. Desde la perspectiva de realizar y proyectar la existencia en el marco de la anticipación futura y de la vida pasada, se alcanza una comprensión genuina del fenómeno del tiempo.

En el marco de esta anticipación prima el futuro, porque el rasgo fundamental del ser-ahí descansa ante todo, en este constante proyectarse en posibilidades. Esta anticipación no es otra cosa que el futuro propio y único del ser-ahí, pues en la anticipación el Dasein es su futuro, pero de tal manera que en este futuro vuelve sobre su pasado y su presente. Esto es concebir el ser-ahí en su posibilidad más extrema de ser, pues éste no es en el tiempo, sino que es el tiempo mismo.

En esta concepción de un tiempo propio, comprendido de la síntesis entre el pasado como necesidad y futuro como posibilidad en el instante presente, la experiencia originaria del tiempo y el tomar sobre sí la facticidad y la historicidad de la vida, está afirmando el  despliegue del existenciario “Dasein” en el horizonte de la temporalidad.

La unidad existenciaria del Dasein, deja de relieve el carácter multiforme que comprende la pregunta por el ser, y abordar la existenciareidad de este ente que puede hacerse la pregunta, compromete el análisis de lo concreto de su ahí, su facticidad  y cercanía con lo que le es propio. Lo anterior, es la afirmación y negación del Yo, donde  la cura viene a señalar el carácter ontológico del hombre.

Los existenciarios someramente explanados hasta este punto, como: la verdad, la muerte y la historia intenten señalar la correspondencia entre unos y otros, para decantar su sentido en el ser y el tiempo.

La cura viene a atravesar estos existenciarios, en el sentido de abordar su vínculo entrañable del ser con su ahí, el ser del ente hombre, expuesto a su  puro existir, ya no desde una connotación abstracta y supraterrenal, el ahí del hombre está en su forma más concreta y cercana a lo que le es propio. Ahora, lo que le es propio es su vínculo entrañable con el tiempo,  en éste el hombre nace y muere, se gesta desde su pasado,  presente y  futuro. En el tiempo puede el hombre afirmarse o negarse. En la temporalidad se potencia la condición originaria del ser ahí en el vinculo con los otros, afirmando la existencia humana de una manera autentica o inauténtica.

Para Heidegger el término cura señala la necesidad de comprender el  vínculo entre  los existenciarios someramente expuestos, los cuales son inherentes al gestarse del “ser ahí” como posibilidad en el tiempo. De tal modo que para el siguiente apartado, se hace  necesario plantear la cura como instancia en que se decantan los existenciarios, en su vínculo entrañable con el tiempo.



[1] Heidegger, Martín. Lógica (Lecciones) Editorial.Antrhopos.Madrid-España.1991.Pág 41.
[2] Ibid.Pág 51.

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