Al abordar el desarrollo de la noción de Historia, se
señalará la concepción vulgar de aquella, como la simple la descripción de los
hechos pasados; y la concepción originaria de la historia comprendida en el
gestarse del “ser ahí” en su
acontecer valorado en la temporalidad, como lo “sido”. De ello que nuestra referencia se intente aproximar a la
composición unitaria del hombre que es, se hace y deshace en el tiempo, en
donde es posible impetuar su ser, en la
temporalidad como cura.
La posición de Heidegger respecto al ámbito de la historia,
le lleva a profundizar en la tesis de Wilhelm
Dilthey, la cual es fundamental en su
propuesta filosófica, en el sentido de lo que implica la revisión de lo histórico
en su condición más concreta y cercana a la vida.
La propuesta de Dilthey, señala la sustitución del puro
sujeto cognoscente, por el hombre en su unidad, y su condición histórico-social
más concreta. De tal manera, que la propuesta Heideggeriana, le otorge gran
importancia a la posición de Dilthey, en lo que respecta a la comprensión de la
Historia, en el sentido que esta postura se halla en estrecha relación con lo
que desarrolla Heidegger en el ser ahí
existenciario.
El gestarse de la existencia humana, deviene con la
comprensión vulgar de la historia, y esta posición la define en el acontecer
con el pasar del tiempo, el cual está definido de manera lineal, uniforme e
irreversible. Así lo que pasa en el
tiempo, deviene pasado, y de este pasado se ocupa el conocimiento histórico.
La comprensión vulgar de la historia, está señalada como
la historiografía, definiéndose está, como la descripción de las relaciones de
continuidad entre el pasado y el presente, las cuales están determinadas por la
dualidad de causa-efecto, estableciéndose la definición del pasado, desde un referente,
en el que se pretende constatar nuestra experiencia desde el mundo actual.
Esta comprensión del pasado, es para Heidegger un simple
objeto de nuestra re-presentación, en donde la verdad actúa, con la medida de
exactitud en que esté adscrita la representación.
El estudio de la Historiografía, tiene que ver con la
sucesión continua de acontecimientos en estrecha relación con la idea del
pasado como una simple re-presentación de los hechos acontecidos, quedando así
contenida en lo meramente ontico. Esta postura es insuficiente para Heidegger,
en lo que tiene que ver con el
esclarecimiento del ser histórico del Dasein,
y su original estructura temporal de la historia.
La idea de un tiempo único, como registro abstracto y
universal de todo acontecer fenoménico, es válida para la esfera de la
representación de la naturaleza física, pero resulta problemática para la
comprensión del tiempo, propio de la historia, como unidad última del obrar
humano.
Con lo anterior, se puede señalar que la comprensión
vulgar del tiempo y la comprensión vulgar de la historia, en tanto referentes
cercanos al devenir existenciario, esquivan
en un señalado sentido a la respuesta por la original estructura temporal
del ser ahí. Sin que por ello, no
estén vinculados en su unidad. La estructura original de la historia deviene de
la existencia humana, y sólo en sentido secundario, los demás entes vienen a
hacer parte de la historia, tal como Heidegger lo hace ver en el siguiente
apartado:
“Cuando
se mueven las hélices de un avión, entonces en rigor, no [acontece]
nada, pero cuando ese avión es el que lleva al Führer hasta donde está
Mussolini, entonces acaece historia. El vuelo deviene historia. El avión
deviene historia y quizá sea preservado
en un museo”, “El carácter histórico del avión
no depende del girar de sus hélices, sino de lo que emerge en esa
reunión con el futuro. Resulta así dudoso que
pasar a la historia signifique: irse al pasado, cuando un pueblo pasa a
la historia ello quiere decir: él entra al futuro”[1]
Esta posición respecto a la historia, expone la estrecha
relación entre la historicidad y la temporalidad, pues la relación de la
historia con el tiempo es evidente, en cuanto
todo acontecer, todo movimiento transcurre en el tiempo.
Ahora bien la
historia y el acontecer están relacionados al pasado, presente y futuro, esto
es, a los tres ámbitos del tiempo. Sin embargo, el estudio de la historia en
tanto descripción del registro histórico del acontecimiento, no alcanza a
cubrir el obrar humano en su ahí, pues la historiografía en tanto conformación
examinante y ordenadora del registro histórico, solo apunta sobre una
continuidad cerrada del acontecer. Esta continuidad cerrada hace referencia a
la forma en que el acontecer es adscrito a la demostración objetiva de la
ciencia:
“La ciencia debe ser objetiva en lo posible,
sin vacios, debe observar todas las
articulaciones y exponerlas con la mayor carencia de prejuicios. Debido a que
en medio de lo histórico está el hombre, hay que intentar ser ante el
hombre, lo más objetivo posible”.[2]
Lo que subyace respecto a la Historiografía y su postura
científica, es la imposibilidad de afirmar lo
esencial del ser ahí. Este
saber se ocupa del ser de los entes, solo desde la relación ontica, en que
confluyen estos, y no de examinar el ser del ente en cuanto ente. Esto muestra someramente como la escritura
histórica no alcanza a cubrir lo suficiente, del existir humano y la vida
misma, sino que se limita a la descripción de un simple pasado.
Esta postura, no
es asumir el pasado como un conjunto de acontecimientos adscritos a unos
registros muertos, descriptivos y categoriales. Se trata en su lugar, de retomar
el pasado como la senda en nuestra
memoria, que puede contenernos en lo que es y puede ser, es el camino de
regreso para afirmar nuestro futuro de manera autentica. Sólo desde este
inminente advenir futuro puede aprehenderse la experiencia originaria del
tiempo y tomar sobre si, la facticidad y la historicidad de la vida.
De este modo lo existenciario,
se despliega en el horizonte de la temporalidad. El gestarse de la
existenciareidad, es la condición de posibilidad de la historicidad como carácter
ontológico del ser-ahí, en la que pueda hacerse visible el fenómeno del tiempo
propio, ya que necesariamente, todo preguntar por el tiempo no deja de ser un
preguntar histórico.
El ámbito de lo histórico comparte el vinculo entrañable
con los otros, es la afirmación del “ser ahí”,
curado de…curándose de….procurando…..ser. De allí que el estado de resuelto
cobre su sentido en la afirmación de lo valorado esencialmente, en lo sido.
Lo sido, o valorado en esencia, es lo que no
puede sino ser y no puede dejar de ser, abarcado en lo asumido por nuestro
propio responder a ello, para desde esa resolución lograr darle horizonte al
futuro como anticipación. Desde la perspectiva de realizar y proyectar la
existencia en el marco de la anticipación futura y de la vida pasada, se
alcanza una comprensión genuina del fenómeno del tiempo.
En el marco de
esta anticipación prima el futuro, porque el rasgo fundamental del ser-ahí
descansa ante todo, en este constante proyectarse en posibilidades. Esta
anticipación no es otra cosa que el futuro propio y único del ser-ahí, pues en
la anticipación el Dasein es su
futuro, pero de tal manera que en este futuro vuelve sobre su pasado y su
presente. Esto es concebir el ser-ahí en su posibilidad más extrema de ser,
pues éste no es en el tiempo, sino que es el tiempo mismo.
En esta concepción
de un tiempo propio, comprendido de la síntesis entre el pasado como necesidad
y futuro como posibilidad en el instante presente, la experiencia originaria
del tiempo y el tomar sobre sí la facticidad y la historicidad de la vida, está
afirmando el despliegue del
existenciario “Dasein” en el
horizonte de la temporalidad.
La unidad existenciaria del Dasein, deja de relieve el
carácter multiforme que comprende la pregunta por el ser, y abordar la
existenciareidad de este ente que puede hacerse la pregunta, compromete el
análisis de lo concreto de su ahí, su facticidad y cercanía con lo que le es propio. Lo
anterior, es la afirmación y negación del Yo, donde la cura viene a señalar el carácter
ontológico del hombre.
Los existenciarios someramente explanados hasta este
punto, como: la verdad, la muerte y la historia intenten señalar la
correspondencia entre unos y otros, para decantar su sentido en el ser y el
tiempo.
La cura viene a atravesar estos existenciarios, en el
sentido de abordar su vínculo entrañable del ser con su ahí, el ser del ente
hombre, expuesto a su puro existir, ya
no desde una connotación abstracta y supraterrenal, el ahí del hombre está en
su forma más concreta y cercana a lo que le es propio. Ahora, lo que le es
propio es su vínculo entrañable con el tiempo,
en éste el hombre nace y muere, se gesta desde su pasado, presente y
futuro. En el tiempo puede el hombre afirmarse o negarse. En la
temporalidad se potencia la condición originaria del ser ahí en el vinculo con
los otros, afirmando la existencia humana de una manera autentica o
inauténtica.
Para Heidegger el término cura señala la necesidad de
comprender el vínculo entre los existenciarios someramente expuestos, los
cuales son inherentes al gestarse del “ser
ahí” como posibilidad en el tiempo. De tal modo que para el siguiente
apartado, se hace necesario plantear la
cura como instancia en que se decantan los existenciarios, en su vínculo
entrañable con el tiempo.
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