Christian Ricardo Montano López. Con la tecnología de Blogger.
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sábado, 10 de diciembre de 2011

La Unidad del Hombre en Martin Heidegger



“No existen más que dos reglas para escribir:
Tener algo que decir y decirlo."
Oscar Wilde.


INTRODUCCIÓN.


Este trabajo ha tomado como referente central  la obra de Martin Heidegger, Ser y Tiempo (Sein und Zeit )(1927), texto que aborda en su amplitud la pregunta por el sentido del término ser”. El lector, se encontrará con términos como ser ahí, dasein, sido, ser en el mundo, ser ahí, existenciario, los cuales son reiterativos a lo largo del documento, sin embargo, señalamos que no se trata de un error inconsciente, sino más bien, de una intencionalidad que corresponde al propósito de Heidegger. En este sentido quisimos llevar a cabo cierta fidelidad al propósito del autor, pues quien se acerca a su obra observará, que la reiteración de términos como los que hemos enunciado, es un juego  constante en nuestro autor.

Nuestro escrito intenta desarrollar un acercamiento a la comprensión del hombre, que se  inicia  en primer término con la exposición de la “analítica existencial” del “ser ahí”.  En un segundo momento, señalaremos la comprensión de la apertura a la unidad originaria, en la que se juega la afirmación existencial del hombre como “ser en el mundo”, en otras palabras, trataremos de indicar la unidad del hombre, comprendido para nuestro pensador como “ser ahí”, en su vínculo entrañable con la verdad, la muerte, la historia y la temporalidad como elementos  existenciarios en que se afirma el existir humano de manera originaria. A  modo de Heidegger, estos elementos de  la existencia humana asumidos a la luz del cuidado, indican una pertenecía más cercana de lo que somos, y desde esta posible cercanía, la reflexión decanta en la  cura, como  ámbito integro y unitario del “ser ahí”.

La importancia de la exposición del primer capítulo radica en mostrar al “ser ahí” como “ser en el mundo” señalando dos posturas. Por un lado, el hombre arrojado y anulado en la
cotidianidad. De otro lado, como aquel que posibilita una ruptura con lo cotidiano de su existir. Solo cuando  asume la pregunta por su ser, le es posible pensarse de un modo diferente a lo que el hombre de la cotidianidad experimenta.

Heidegger insiste  en mostrar una apertura a la vida misma, de ahí su cercanía a reflexionar por el ser verdadero, en tanto ser descubridor de sí mismo, auto valorado en su historia, consciente de su vínculo entrañable con la muerte y unido inevitablemente  a la temporalidad. Lo anterior, permite la posibilidad al hombre de afirmar positivamente su existir.

El carácter más homogéneo del hombre, reposa en la vida cotidiana, o como le llama Heidegger, el “ser ahí” de la cotidianidad. Esta característica experimenta pertenecer a un mundo donde  vive y convive con los demás seres a su alrededor, sin embargo, este ente  en tanto es  invadido por la homogeneidad, nulidad y la falsedad que habita en el lenguaje de la generalidad, se muestra de manera inauténtica para este pensador.

Entramos en primera instancia a revisar la cotidianidad y su forma de “ser en el mundo”, señalada por Heidegger como inauténtica. Luego en una segunda instancia, mostrar el momento existenciario[1] del “ser ahí” autentico. Se trata de mostrarlo como un ser de posibilidad, el cual puede “ser ahí” con los otros, siendo en el mundo.

Asumir a los otros de manera autentica, no es una reducción simple a la facticidad humana, o en un sistema de valores predeterminado, es decir, adoptar una reducción al ámbito fisiológico de los actos, como sería experimentar actos exclusivos al cuerpo, o cubrirnos en un sistema de reglas en las que aparezcamos continuamente. El poder ser con los otros cobija una transgresión sobre sí mismo, sobre la verdad, la muerte, la historia,  y la temporalidad, para asumir la comprensión de lo que somos y no somos, de ello que el inicio sea  el preguntar.

No se tratará de un preguntar por cualquier cosa o alrededor de una preconcepción de lo que ya sabemos, muchas veces envuelta en ropajes extra medidos por juicios sostenidos en el sistema de valores en que se encuentre cada cual. Se trata más bien, de preguntar ¿quiénes somos? ¿Cómo va nuestro “ser en el mundo”?   ¿Cómo es que trasegamos la vida en su horizonte simbólico de significatividad?

Las diversas maneras en que el existir humano transita desde la cotidianidad,  nos arrojan sobre el decir, el hacer y hasta el sentir común de todos. Aclaramos que partir de lo cotidiano no  invita al desaparecer del hombre, se trata más bien de asumir su condición más simple y real, para señalar el horizonte propio del ente que es capaz de preguntar por su existencia.

La pregunta por el ser, involucra la búsqueda por el ser del ente, el cual ya no estará para Heidegger en el hombre abstracto, adscrito en las categorías del lenguaje. La búsqueda en la que insiste este filósofo, está dirigida a lo más concreto y cercano del hombre, a saber, su unidad existenciaria afirmada como cura. En otras palabras, se trata de comprender la unidad del hombre: cuerpo-espíritu a partir de  la facticidad y su posibilidad de pensamiento desde el lenguaje, decantando el ser con los otros, desde el cuidado de sí mismo en relación con los demás.

La afirmación de la unidad e integridad del existir humano, se decanta en reconocer la importancia de la pregunta que interroga por el “ser”, mostrando el estado de apertura y posibilidad asumida en el hombre mismo. Sólo el ente capaz de formular esta pregunta, que en cada caso somos nosotros mismos, puede hallarse en la vecindad del ser,  gracias al “ahí”. Así Heidegger designa al ente hombre como “ser ahí”, Dasein (Da= ahí, sein= ser): inicio y fin de su propuesta de conocimiento.

La estructura fundamental del “ser ahí vista desde la exposición de la analítica existencial es condición a priori, dicho de forma más clara, afirma la posibilidad del “ser ahípara afrontar de manera universal los despliegues del existir humano, desde su forma más simple, sosteniendo la universalidad en la posibilidad del hombre. Esta posibilidad que se garantiza en el lenguaje mismo, toma su  forma de apertura y desborde en la temporalidad, dado que es en el lenguaje donde toma rigor el acontecer del hombre  en el mundo, en tanto horizonte de significatividad.

De este modo, se puede decir que el “ser ahíes en el mundo, está en el mundo y el mundo está en el “ser ahí, de ello que su co-pertenencia tome rigor para el conocimiento del hombre en su  unidad, como cura.

El desarrollo del primer capítulo, trata la analítica existencial, como el punto de inicio de la obra  heideggeriana, desde el requerimiento y  el propósito de retomar la pregunta por el sentido del ser en general. Se trata de abordar  la problemática  que contiene  el “ser” en la ontología tradicional, abarcada solo desde la adecuación descriptiva, demostrativa y conceptual; donde el ser del ente se torna fruto de la relación del sujeto y el objeto,  determinado en la estática gramatical.

Al referir sobre la importancia de retomar la pregunta por el ser, interesa señalar el modo en que dicha pregunta ha sido abordada como lo más universal y simple, motivo por el cual nunca se ha profundizado de manera estricta en ésta.

Debe tenerse presente que la tradición filosófica no establece la diferencia entre ser y ente. El olvido de esta diferencia, es en lo que se funda la metafísica occidental, de esto que el método fenomenológico se extienda como segundo momento de este primer numeral, en el que se mostrará el modo en que Heidegger afronta la pregunta, y la forma de establecer un sentido originario, sobre el fenómeno.

En esta dirección, el estudio del fenómeno no estará relegado al método científico, como forma de acceder a éste, por medio de una intencionalidad previa a un análisis riguroso de comprobación, sino más bien, como análisis de lo que se muestra en la cotidianidad, para intentar des-ocultar lo que se posibilita de manera unitaria, múltiple e integra en el existir originario, nombrado en Heidegger como “Dasein”. El segundo numeral abarca la pregunta por el “ser ahí”, señalando la importancia del preguntar en la filosofía, y su valor para la autenticidad existencial que intenta exponer Heidegger como ontología originaria.

El tercer numeral del primer capítulo, comprende  la exposición del “ser ahí” como ser en el mundo, comprendiendo a éste  como un horizonte  de significatividad, expuesto desde la cotidianidad. La autenticidad existencial que intenta aproximar Heidegger, está entroncada en la dualidad de lo ontico y ontológico, la cual señala la correspondencia entre estos dos ámbitos del existir humano  que serán señalados en el “ser ahí”  existenciario y el “ser ahí” cotidiano.

En esta dualidad es preciso exponer sus despliegues y superación desde el carácter ontico,  para acceder a estudio del ente desde la instancia ontológica, esto para dejar expuesto el  camino a una ontología originaria, decantada en la temporalidad de “ser ahí” expuesta como cura.

Para finalizar, se insiste en la analítica como momento previo en el que se exponen las estructuras generales de la existencia humana,  proporcionando los conceptos desde los cuales se puede hablar de la existencia autentica del hombre. En esta dirección, la segunda parte del escrito intenta mostrar la intima relación de la cura y, la temporalidad como sendero unitario para afirmar lo posible del “ser ahí”.

En el segundo capítulo se muestra el tránsito de la analítica existencial en lo que atañe a la revisión de los elementos existenciarios propios del Dasein, como estructura unitaria del hombre en relación con el tiempo. Estos elementos adoptan la característica de existenciarios en el sentido de mostrar para nuestro pensador una dualidad de comprensión de lo autentico e inauténtico señalado en la analítica.

La dualidad que se mantiene, en la pregunta por el sentido del ser del “ser ahí”, exige la revisión de lo concreto del hombre, para encontrar el carácter integro de éste, como ente de posibilidad que se juega en su existencia. En este camino, inevitablemente se parte del terreno ontico en que está clasificado el existir humano, para acceder al acercamiento ontológico del “ser ahí”, en su unidad existenciaria.

La búsqueda por la unidad del “ser ahí”, tiene que ver con la integridad de elementos fundamentales del existenciario Dasein, los cuales vienen a ser la verdad, la muerte, la historia, la cura y la temporalidad.  Para este recorrido se apuesta a  la máxima posibilidad del ser ahí, que se abre en los estados afectivos del hombre, y el despliegue del encontrarse en el mundo y su cotidianidad, para volver sobre sí mismo en la comprensión de lo que podemos ser.  El poder ser, no es solo dirigir la mirada a cualquier cosa que se halle por fuera de lo que el mundo despliega en su horizonte de significatividad, el poder ser, indica ya una mirada afectiva sobre nosotros mismos.

La revisión del estado  de ánimo que se afirma en la apertura del “ser ahí,  intenta señalar el ser verdadero, en tanto apertura de lo que el hombre puede ser en su ahí con los otros. Esto indica la revisión de la cotidianidad como ámbito donde se debe ineludiblemente iniciar cualquier reflexión sobre lo que somos y podemos ser.

La cotidianidad abre la posibilidad del desplazamiento del temor y la angustia, como momento preparatorio de la exposición de estado de resuelto o conciencia propia que se afirma como preámbulo de la cura. Este proceder abre sin duda la posibilidad de acceder a deslindar lo cotidiano y sus relaciones ónticas,  con miras a señalar el des-ocultamiento  del ser sí mismo originario, en el terreno ontológico.

El ser si mismo propio, en su vínculo con lo ontológico, indica una caída o separación de lo que comúnmente se proyecta, en el lenguaje, en el hacer, en el decir. De tal manera que,  nuestra cercanía necesariamente con los otros, toma lugar desde el sentido afectivo y anímico. Esta postura sobre los afectos en Heidegger, no está dirigida a firmar un psicologismo del individuo, donde se demuestre y verifique  todo lo que es posible en el marco afectivo del hombre. Los estados de ánimo para este pensador van a señalar la condición más concreta y cercana del hombre consigo mismo, con su vida.

El hombre en la decisión sobre su posibilidad de poder ser, parte desde un estado afectivo, en los afectos tiene la posibilidad de volver sobre sí mismo, de preguntarse por su ser. Esta disposición permite la comprensión de la vida misma en su desarrollo, desde su nacimiento hasta su muerte aconteciendo en el tiempo. Como consecuencia de lo anterior, para este pensador el carácter histórico del hombre, señala la relación ineludible del ser ahí desde su vínculo con la memoria.

La apropiación de la memoria, es lo valorado en el tiempo de modo autentico, motivo por el que Heidegger lo expone como lo sido o acontecido en el “ser ahí”. Este proceder vendrá en la revisión de la angustia y el temor como elementos de fijación  y partida,  para postular la cura en su  sentido originario y unitario, o más claramente como unidad existenciaria.

La cura o el cuidado, tiene que ver con la resolución del hombre en el plano ontológico, que se aleja de la connotación del yo, como un simple sujeto aislado, negando la co-pertenencia del “ser ahí” y el  mundo, y la posibilidad del “ser ahí” como ser con los otros. La unidad existenciaria, asumida como cuidado, es el ámbito donde se juega la multiplicidad de posibilidades que se despliegan en la existenciariedad del hombre, las cuales tienen que ver ineludiblemente con nuestra cercanía y comprensión sobre la muerte,  la verdad, la historia y  la temporalidad.  

La cura, indica un cuidado en nuestra cercanía con los entes, tanto los que están a nuestra mano, como los que están señalados en el lenguaje. El cuidado de lo que nos rodea, es una posibilidad que solo puede acontecer en el hombre que se hace la pregunta por el ser, el cual, se asombra y hasta se espanta. Cuidar el mundo solo puede ser posible cuando lo habitamos, ya que es en este poder habitar, donde se afirma la posibilidad del “ser ahí” como ser en el mundo, en tanto poder ser con los otros, de manera autentica.


[1] Se adopta el término existenciario y se diferencia de existencial  a lo largo de todo el escrito, en correspondencia a la traducción de José  Gaos. Esta diferenciación tiene el propósito de señalar la ruptura de Heidegger con respecto a la tradición metafísica. Más concretamente comprendiendo esta diferenciación  entre lo Ontico y lo Ontológico del “ser ahí”, que se trata posteriormente.

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