“No existen
más que dos reglas para escribir:
Tener algo
que decir y decirlo."
Oscar Wilde.
INTRODUCCIÓN.
Este
trabajo ha tomado como referente central
la obra de Martin Heidegger, Ser y
Tiempo (Sein und Zeit )(1927), texto que aborda en su
amplitud la pregunta por el “sentido del término ser”. El lector, se encontrará con términos como ser
ahí, dasein, sido, ser en el mundo, ser ahí, existenciario, los cuales son
reiterativos a lo largo del documento, sin embargo, señalamos que no se trata
de un error inconsciente, sino más bien, de una intencionalidad que corresponde
al propósito de Heidegger. En este sentido quisimos llevar a cabo cierta
fidelidad al propósito del autor, pues quien se acerca a su obra observará, que
la reiteración de términos como los que hemos enunciado, es un juego constante en nuestro autor.
Nuestro
escrito intenta desarrollar un acercamiento a la comprensión del hombre, que
se inicia en primer término con la exposición de la “analítica existencial” del “ser ahí”. En un segundo momento, señalaremos la
comprensión de la apertura a la unidad originaria, en la que se juega la
afirmación existencial del hombre como “ser
en el mundo”, en otras palabras, trataremos de indicar la unidad del hombre,
comprendido para nuestro pensador como “ser
ahí”, en su vínculo entrañable con la verdad, la muerte, la historia y la
temporalidad como elementos existenciarios
en que se afirma el existir humano de manera originaria. A modo de Heidegger, estos elementos de la
existencia humana asumidos a la luz del cuidado, indican una pertenecía más
cercana de lo que somos, y desde esta posible cercanía, la reflexión decanta en
la cura, como ámbito integro y unitario del “ser ahí”.
La importancia
de la exposición del primer capítulo radica en mostrar al “ser ahí” como “ser
en el mundo” señalando dos posturas. Por un lado, el hombre arrojado y anulado
en la
cotidianidad.
De otro lado, como aquel que posibilita una ruptura con lo cotidiano de su
existir. Solo cuando asume la pregunta
por su ser, le es posible pensarse de un modo diferente a lo que el hombre de
la cotidianidad experimenta.
Heidegger
insiste en mostrar una apertura a la
vida misma, de ahí su cercanía a reflexionar por el ser verdadero, en tanto ser
descubridor de sí mismo, auto valorado en su historia, consciente de su vínculo
entrañable con la muerte y unido inevitablemente a la temporalidad. Lo anterior, permite la
posibilidad al hombre de afirmar positivamente su existir.
El
carácter más homogéneo del hombre, reposa en la vida cotidiana, o como le llama
Heidegger, el “ser ahí” de la cotidianidad. Esta característica experimenta pertenecer
a un mundo donde vive y convive con los
demás seres a su alrededor, sin embargo, este ente en tanto es invadido por la homogeneidad, nulidad y la falsedad
que habita en el lenguaje de la generalidad, se muestra de manera inauténtica
para este pensador.
Entramos
en primera instancia a revisar la cotidianidad y su forma de “ser en el mundo”, señalada por Heidegger
como inauténtica. Luego en una segunda instancia, mostrar el momento
existenciario[1]
del “ser ahí” autentico. Se trata de mostrarlo como un ser de posibilidad, el
cual puede “ser ahí” con los otros, siendo en el mundo.
Asumir
a los otros de manera autentica, no es una reducción simple a la facticidad
humana, o en un sistema de valores predeterminado, es decir, adoptar una
reducción al ámbito fisiológico de los actos, como sería experimentar actos
exclusivos al cuerpo, o cubrirnos en un sistema de reglas en las que
aparezcamos continuamente. El poder ser con los otros cobija una transgresión
sobre sí mismo, sobre la verdad, la muerte, la historia, y la temporalidad, para asumir la comprensión
de lo que somos y no somos, de ello que el inicio sea el preguntar.
No se
tratará de un preguntar por cualquier cosa o alrededor de una preconcepción de
lo que ya sabemos, muchas veces envuelta en ropajes extra medidos por juicios
sostenidos en el sistema de valores en que se encuentre cada cual. Se trata más
bien, de preguntar ¿quiénes somos? ¿Cómo va nuestro “ser en el mundo”? ¿Cómo es
que trasegamos la vida en su horizonte simbólico de significatividad?
Las
diversas maneras en que el existir humano transita desde la cotidianidad, nos arrojan sobre el decir, el hacer y hasta
el sentir común de todos. Aclaramos que partir de lo cotidiano no invita al desaparecer del hombre, se trata
más bien de asumir su condición más simple y real, para señalar el horizonte propio del ente
que es capaz de preguntar por su existencia.
La
pregunta por el ser, involucra la búsqueda por el ser del ente, el cual ya no
estará para Heidegger en el hombre abstracto, adscrito en las categorías del
lenguaje. La búsqueda en la que insiste este filósofo, está dirigida a lo más
concreto y cercano del hombre, a saber, su unidad existenciaria afirmada como
cura. En otras palabras, se trata de comprender la unidad del hombre: cuerpo-espíritu
a partir de la facticidad y su
posibilidad de pensamiento desde el lenguaje, decantando el ser con los otros,
desde el cuidado de sí mismo en relación con los demás.
La
afirmación de la unidad e integridad del existir humano, se decanta en reconocer la importancia de la pregunta que
interroga por el “ser”, mostrando el
estado de apertura y posibilidad asumida en el hombre mismo. Sólo el ente capaz de formular
esta pregunta, que en cada caso somos nosotros mismos, puede hallarse en la
vecindad del ser, gracias al “ahí”. Así Heidegger designa al ente
hombre como “ser ahí”, Dasein (Da= ahí,
sein= ser): inicio y fin de su propuesta de conocimiento.
La
estructura fundamental del “ser ahí” vista desde la exposición de la analítica existencial es condición a priori, dicho de forma más clara, afirma
la posibilidad del “ser ahí” para afrontar de manera
universal los despliegues del existir humano, desde su forma más simple, sosteniendo
la universalidad en la posibilidad del hombre. Esta posibilidad que se
garantiza en el lenguaje mismo, toma su forma de apertura y desborde en la
temporalidad, dado que es en el lenguaje donde toma rigor el acontecer del hombre
en el mundo, en tanto horizonte de
significatividad.
De
este modo, se puede decir que el “ser ahí” es en el mundo, está en el
mundo y el mundo está en el “ser ahí”, de ello que su
co-pertenencia tome rigor para el conocimiento del hombre en su unidad, como cura.
El
desarrollo del primer capítulo,
trata la analítica existencial, como el punto de inicio de la obra heideggeriana, desde el requerimiento y el propósito de retomar la pregunta por el sentido del ser en general. Se trata
de abordar la problemática que contiene
el “ser” en la ontología
tradicional, abarcada solo desde la adecuación descriptiva, demostrativa y
conceptual; donde el ser del ente se
torna fruto de la relación del sujeto y el objeto, determinado en la estática gramatical.
Al referir sobre la importancia de retomar la
pregunta por el ser, interesa señalar el modo en que dicha pregunta ha sido
abordada como lo más universal y simple, motivo por el cual nunca se ha profundizado
de manera estricta en ésta.
Debe tenerse presente que la tradición filosófica no
establece la diferencia entre ser y ente. El olvido de esta diferencia, es en
lo que se funda la metafísica occidental, de esto que el método fenomenológico se extienda como segundo momento de este
primer numeral, en el que se mostrará el modo en que Heidegger afronta la
pregunta, y la forma de establecer un sentido originario, sobre el fenómeno.
En esta dirección, el estudio del fenómeno no estará
relegado al método científico, como forma de acceder a éste, por medio de una
intencionalidad previa a un análisis riguroso de comprobación, sino más bien,
como análisis de lo que se muestra en la cotidianidad, para intentar des-ocultar
lo que se posibilita de manera unitaria, múltiple e integra en el existir
originario, nombrado en Heidegger como “Dasein”.
El segundo numeral abarca la pregunta por el “ser ahí”, señalando la importancia del preguntar en la filosofía,
y su valor para la autenticidad existencial que intenta exponer Heidegger como
ontología originaria.
El tercer numeral del primer capítulo,
comprende la exposición del “ser ahí” como ser en el mundo,
comprendiendo a éste como un horizonte de significatividad, expuesto desde la
cotidianidad. La autenticidad existencial que intenta aproximar Heidegger, está
entroncada en la dualidad de lo ontico y ontológico, la cual señala la
correspondencia entre estos dos ámbitos del existir humano que serán señalados en el “ser ahí” existenciario y el “ser ahí” cotidiano.
En esta dualidad es preciso exponer sus despliegues
y superación desde el carácter ontico,
para acceder a estudio del ente desde la instancia ontológica, esto para
dejar expuesto el camino a una ontología
originaria, decantada en la temporalidad de “ser
ahí” expuesta como cura.
Para
finalizar, se insiste en la analítica como momento previo en el que se exponen
las estructuras generales de la existencia humana, proporcionando los conceptos desde los cuales
se puede hablar de la existencia autentica del hombre. En esta dirección, la
segunda parte del escrito intenta mostrar la intima relación de la cura y, la
temporalidad como sendero unitario para afirmar lo posible del “ser ahí”.
En
el segundo capítulo se muestra el tránsito
de la analítica existencial en lo que atañe a la revisión de los elementos
existenciarios propios del Dasein, como estructura unitaria del hombre en
relación con el tiempo. Estos elementos adoptan la característica de
existenciarios en el sentido de mostrar para nuestro pensador una dualidad de
comprensión de lo autentico e inauténtico señalado en la analítica.
La
dualidad que se mantiene, en la pregunta por el sentido del ser del “ser ahí”,
exige la revisión de lo concreto del hombre, para encontrar el carácter integro
de éste, como ente de posibilidad que se juega en su existencia. En este
camino, inevitablemente se parte del terreno ontico en que está clasificado el
existir humano, para acceder al acercamiento ontológico del “ser ahí”, en su
unidad existenciaria.
La
búsqueda por la unidad del “ser ahí”, tiene que ver con la integridad de
elementos fundamentales del existenciario Dasein,
los cuales vienen a ser la verdad, la muerte, la historia, la cura y la
temporalidad. Para este recorrido se apuesta
a la máxima posibilidad del ser ahí, que se abre en los estados
afectivos del hombre, y el despliegue del encontrarse en el mundo y su
cotidianidad, para volver sobre sí mismo en la comprensión de lo que podemos
ser. El poder ser, no es solo dirigir la
mirada a cualquier cosa que se halle por fuera de lo que el mundo despliega en
su horizonte de significatividad, el poder ser, indica ya una mirada afectiva
sobre nosotros mismos.
La
revisión del estado de ánimo que se afirma
en la apertura del “ser ahí”, intenta señalar el ser verdadero, en tanto
apertura de lo que el hombre puede ser en su ahí con los otros. Esto indica la revisión
de la cotidianidad como ámbito donde se debe ineludiblemente iniciar cualquier
reflexión sobre lo que somos y podemos ser.
La
cotidianidad abre la posibilidad del desplazamiento del temor y la angustia, como
momento preparatorio de la exposición de estado de resuelto o conciencia propia
que se afirma como preámbulo de la cura. Este proceder abre sin duda la
posibilidad de acceder a deslindar lo cotidiano
y sus relaciones ónticas, con miras a señalar el des-ocultamiento del ser sí
mismo originario, en el terreno ontológico.
El
ser si mismo propio, en su vínculo con lo ontológico, indica una caída o
separación de lo que comúnmente se proyecta, en el lenguaje, en el hacer, en el
decir. De tal manera que, nuestra
cercanía necesariamente con los otros, toma lugar desde el sentido afectivo y
anímico. Esta postura sobre los afectos en Heidegger, no está dirigida a firmar
un psicologismo del individuo, donde se demuestre y verifique todo lo que es posible en el marco afectivo
del hombre. Los estados de ánimo para este pensador van a señalar la condición más
concreta y cercana del hombre consigo mismo, con su vida.
El
hombre en la decisión sobre su posibilidad de poder ser, parte desde un estado
afectivo, en los afectos tiene la posibilidad de volver sobre sí mismo, de preguntarse
por su ser. Esta disposición permite la comprensión de la vida misma en su
desarrollo, desde su nacimiento hasta su muerte aconteciendo en el tiempo. Como
consecuencia de lo anterior, para este pensador el carácter histórico del
hombre, señala la relación ineludible del ser
ahí desde su vínculo con la memoria.
La
apropiación de la memoria, es lo valorado en el tiempo de modo autentico, motivo
por el que Heidegger lo expone como lo sido o acontecido en el “ser ahí”. Este proceder vendrá en la
revisión de la angustia y el temor como elementos de fijación y partida, para postular la cura en su sentido
originario y unitario, o más claramente como unidad existenciaria.
La cura o el cuidado, tiene que ver con la
resolución del hombre en el plano ontológico, que se aleja de la connotación
del yo, como un simple sujeto aislado, negando la co-pertenencia del “ser ahí” y el mundo, y la posibilidad del “ser ahí” como ser con los otros. La
unidad existenciaria, asumida como cuidado, es el ámbito donde se juega la
multiplicidad de posibilidades que se despliegan en la existenciariedad del
hombre, las cuales tienen que ver ineludiblemente con nuestra cercanía y
comprensión sobre la muerte, la verdad,
la historia y la temporalidad.
La cura, indica un cuidado en nuestra
cercanía con los entes, tanto los que están a nuestra mano, como los que están
señalados en el lenguaje. El cuidado de lo que nos rodea, es una posibilidad
que solo puede acontecer en el hombre que se hace la pregunta por el ser, el
cual, se asombra y hasta se espanta. Cuidar el mundo solo puede ser posible
cuando lo habitamos, ya que es en este poder habitar, donde se afirma la
posibilidad del “ser ahí” como ser en el mundo, en tanto poder ser con
los otros, de manera autentica.
[1] Se
adopta el término existenciario y se diferencia de existencial a lo largo de todo el escrito, en
correspondencia a la traducción de José
Gaos. Esta diferenciación tiene el propósito de señalar la ruptura de
Heidegger con respecto a la tradición metafísica. Más concretamente
comprendiendo esta diferenciación entre
lo Ontico y lo Ontológico del “ser ahí”, que se trata posteriormente.
No hay comentarios :
Publicar un comentario